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Yo- Tengo ganas de tomar un café.
Me- ¿Tienes algún problema?
Yo- Pues claro, ya sabes que yo sólo tomo café pasadas las cinco cuando necesito hablar.
Me- Bien, pues vayamos a la cocina.
Yo- ¿Tú también quieres uno?
Me- Sí, pero utiliza la misma taza, somos la misma persona.
Yo- Es una pena no poder levantar el teléfono y hablar con alguien, pero sé que es un tema muy delicado y si se lo dices a alguien que no le importa, sólo conseguirás que se lo cuente a otro. Por el contrario, si hablas con alguien a quien sí le importa, lo preocuparás.
Me- Por eso estás hablando contigo misma. Es lo que haces en estas situaciones ¿no?
Yo- Sí, es lo que hago, pero no sé si es muy sano. No es bueno que nos lo guardemos todo porque de esa manera sólo lo vemos desde una sola perspectiva, la nuestra. Lo más sano es echarlo fuera, ir a la calle y contarlo. Es lo que hace la gente para sentirse mejor. Es una buena terapia y tú, que eres mujer, deberías saberlo mejor que nadie.
Me- Yo nunca he dicho lo contrario, sé que es bueno.
Yo- ¿No crees que si quieres establecer un monólogo contigo misma deberías por lo menos contradecirte? Si no esto va a ser un poco aburrido.
Me- Contradecirte en esto es una pérdida de tiempo porque las dos estamos de acuerdo.
Yo- Pues sí, lo estamos, hablemos del problema que nos preocupa con otras personas.
Me- Muy bien, ¿qué prefieres las que lo cuentan a todo el mundo o las personas que se preocupan?
Yo- Ninguno de los dos grupos.
Me- Pues entonces sigue tomándote el café y calla, ya se nos ocurrirá algo.