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El silencio de la mañana me envolvía al salir de casa.
La calle comenzaba a llenarse de gente que también se dirigía al trabajo.
Los ojos de una mosca en forma de hombre de mediana edad, me miraron curiosos desde la oscuridad de un portal.
Era Pancho el portero que se empeña en salir a decirme todas las mañanas si le parece que he acertado con la ropa.
Cuando paso cerca de él suele darme su opinión sobre si va a llover y voy a pasar frío o si, por el contrario, hoy voy a pasar calor.
No lo conozco y nunca le he preguntado.
Suelo cruzar de acera porque me cansa oírlo.
Solo que en esta otra acera hay otra mosca, una mujer que me dice lo que ella haría con mi vida, de la que no sabe nada, si fuera yo.
Ambas moscas me molestan, pero lo que más me cansa es escuchar las mismas frases.
Hay moscas que me visitan por mail y me mandan mensajes, hasta del extranjero. Sólo me recuerdan vidas anteriores, capítulos cerrados que estas moscas quieren reabrir.
El pasado no se cambia y no contesto.
Hay moscas en forma de personas que me paran por la calle para preguntarme por cosas privadas.
En este caso suelo contestar algo incongruente o citar a algún escritor o poeta. Aquí se pierden. Piensan que estoy loca. Y creo que tienen razón.
La única manera de tratar con moscas es parecer idiota, porque con las moscas no se puede razonar…
¿O es que a vosotros alguna mosca os ha contestado algo congruente alguna vez?