
Escribo porque araño recuerdos, otras veces, sólo escribo para pensar y otras, me divierto inventando.
Las experiencias vividas son difíciles de describir y al tiempo fáciles, por la cantidad de detalles que se agolpan en la mente y que deben ser sesgados para comunicar con cierta cordura.
Mis recuerdos, muchas veces, se asemejan a una de esas conversaciones inconexas de los que han vivido mucho o leído más y que saltan de un tema a otro sin estructura estrangulados por sus propios pensamientos, ahogados por sus propias palabras, intentando trasmitir sin ceñirse a estructura alguna.
Ordenar para comunicar es la parte más difícil y muchas veces he pensado en escribir como lo hacía Laurence Sterne en su novela Tristram Shandy, de estilo anárquico, de digresiones inagotables que era incapaz de explicar nada de forma sencilla o justa para el lector, pero al tiempo con enorme sentido del humor. No recuerdo haberme peleado tanto para encontrar una trama lineal en ningún libro que haya leído.
Y ¿por qué no escribir así? Sin estructura, lo primero que te viene a la cabeza y sin tener en cuenta al lector, pasando de él, simplemente disfrutando de tus propios párrafos que se conectan entre sí sólo para ti, que carecen de sentido para los demás, excepto para el autor. Pues porque, lo más probable es que, hoy en día, consigas dos lectores y no millones como Sterne logró.
Algunos piensan que no se puede escribir sobre el presente. Se puede. Se observa, se opina o se siente y eso es algo que se puede escribir. Es cierto también que los recuerdos se escriben, pero éstos necesitan de un tiempo razonable de reposo, como algunas recetas, para ser rescatados del pasado.
El escritor es un adicto a las sensaciones y las consume a diario inconscientemente y sin mesura. Algunas se desvanecen y otras no se van, por eso hay que desentrañarlas describiéndolas como eslabones de una cadena. No es fácil, pues las más profundas están en lenguaje críptico y desvelar su sentido no es tarea fácil.
La escritura rescata lo ya vivido. El que merece se llamado “escritor”, es el que es capaz de captar su pasado con las palabras que más se acerquen a lo vivido.
Por otra parte, están los lectores, hay muchos, y cada uno de ellos en la soledad de su mente interpreta exclusivamente para sí en un acto íntimo entre el autor y él. Puede, por tanto, existir un escritor excepcional, pero que pocos alcancen a descifrar.
Y el escritor, puede, al tiempo, elegir entre ser entendido por una fácil mayoría, o decantarse por un tipo de escritura más coloquial y que salpique problemas comunes, u optar por escribir para él sin importarle quien sea el receptor de sus escritos.
De ahí, que algunos publiquen quince libros al año y otros, dediquen a un solo libro unos tres o diez.
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