Galicia es un territorio ajeno al orden en el que, en muchas ocasiones, la realidad y la ficción no se distinguen fácilmente.
No es un fenómeno que se extienda a todos los ámbitos, ni a todo el territorio, pero doy fe de que restan muchos agujeros negros en los que el tiempo aún no se ha movido desde hace varios siglos.
En mi tierra es fácil encontrar señales en las carreteras que indiquen direcciones contrarias, si no eres gallego te asaltarán las dudas. Si lo eres, como siempre las tienes, te resignarás a estar inmerso en continuos interrogantes.
No lo sabemos y, si lo sabemos, no te lo vamos a decir, o sea que no preguntes.
Por ello, es aceptable que la mente de los gallegos se halle repleta de tantas historias entrelazadas como bifurcaciones de carreteras sin explicación, como para poder organizarlas con cierta lógica. En los agujeros temporales gallegos no sólo no existe ni el tiempo, ni las explicaciones. Simplemente es así.
Siempre llueve en Galicia. Mentira, pero dejamos que el resto se lo crea, por aquello de seguir anclados en aquella imagen típica que nos conviene para que no vengan a husmear a nuestras tierras y se enteren de demasiados secretos. Por lo mismo, los millonarios gallegos hacen casas feas por fuera o las acotan con muros descuidados. Pues, con la lluvia pasa lo mismo. En Galicia llueve, siempre, por eso no nos molestan cuando vamos a la playa.
Existen personas que salen de los cuentos, personas que aún te venden el pan mientras hacen las cuentas a lápiz, que te entregan sucios y manoseados billetes mientras sacuden contra sus mandiles la harina sobrante del trozo que has elegido. En Galicia existen personajes así y escenas así. Además, aquí nunca nadie se ha muerto por culpa del pan que le compraba su abuela.
No es difícil apreciar el vínculo de esta tierra con la locura, cierta excentricidad y mucha desconfianza.
Y la desconfianza, lógicamente, engendra dudas y, éstas, mentiras, de ahí las respuestas no directas hasta que no sepan cuál es el verdadero motivo por el que les preguntas la hora. Y hasta que lo piensan, pasa un rato y después responden: “Depende”. Hasta al presidente del gobierno se le ha pegado, claro que es gallego. Es extraño, porque Franco también y era mucho más directo. Con Fraga no se sabía, ni siquiera nosotros sabíamos lo que respondía por profusa que fuera su respuesta, ya que, simplemente, no se le entendía ni una palabra. Por tanto, todo su discurso lo considerábamos un gran “Depende”. Y nos resignábamos porque, lo peor, es que nunca se sabe de qué depende.
Se dan muchas situaciones irreales que pueden dar paso a grandes novelas colmadas de magia, superstición, esnobismo e irrealidad.
En estas brechas temporales con las que te topas a veces no existe el tiempo y si crees que existe, vete, escapa, apaga el móvil o sumérgete en tu silencio. Pero no preguntes, ni presiones para que las situaciones se desarrollen a un ritmo normal.
La cola del super tiene que esperar a que la cajera escuche el desenlace de la historia que le está narrando, con parsimonia, la señora que paga. Y si interrumpes, toda la cola te hará callar para que les permitas terminar de escuchar la historia entera. En estas tierras, la realidad no puede luchar contra la ficción.
Por otra parte, los gallegos, se agobian por todo, se agobian por la simple sensación de ser. Dudan, están confusos, descentrados, desconfían, lo cual es normal en un territorio que es ajeno al orden. Una tierra en la que los senderos, tanto reales, como irreales, se bifurcan continuamente y sin compasión.
Tierras de sol y mar, de vida y muerte, de puestas de sol que arrancan el aliento, o de voraces temporales de huellas imborrables para las almas de sus desconfiados habitantes.
Un territorio tan mágico en el que es normal encontrar un trasatlántico distinto cada día atracado en la misma puerta de tu casa cuando simplemente te diriges hacia el contenedor a bajar la basura. Entonces, sonríes y comprendes, que todo forma parte de la misma magia, de los mismos cuentos con sus extravagantes personajes.
Y es que en Galicia, nunca se sabe lo que puede ocurrir y, háganme caso, habelas hailas.
Depende 🙂
Pues sí, depende 🙂
Estoy completamente de acuerdo, y hasta podría abundan en la hipótesis con milicientos casos. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que tu blog se haya perdido allí, justo para aparecer aquí? ¿Y cómo puede ser que antes no se viera el mar desde tu casa, y ahora, se vea el puerto con un trasatlántico incluso, que tiene que ser de mentirijillas por fuerza, porque ese no cabe? ¿Y cómo que Franco era directo, caramba, si se consideraba el Jefe Nacional del Movimiento y tuvo a España parada durante cuarenta años? Incluso cometes alguna inexactitud, queridiña, por ejemplo, dices que los gallegos «se agobian por la simple sensación de ser». ¿De ser? ¿Desde cuándo un gallego supo que «era», si jamás estuvo convencido del todo de si estaba vivo o andaba muerto, y creo que de esto da fe el de siempre, don Wences? Y pues que dependerá de para qué sea, ¿o no? Pues eso, yo misma ahora no sé si ahora escribo en tu blog o en de alguien que te suplanta, ¡pues menuda es la red para estar seguro uno de nada! Por ejemplo, yo tuve un amigo virtual que se murió hace años, e incluso se murió más de una vez, pero ahora hablo con él por teléfono cuanto quiero y más que me pidiera… ¿Y tú estás bien segura de que eres gallega? Es que yo también, ¿sabes? Vaya, creo… Así que, fíjate qué casualidad, carallo.
Es una tierra de meigas y aquí pasan muchas cosas que carecen de explicación, como te ocurre a ti con las charlas con tu amigo virtual muerto. En la red todo puede desaparecer o aparecer en cualquier lugar y cuando menos te lo esperas, como mi blog.
O puede que se te quede cara de tonta cuando ves barcos de semejante tamaño a dos pasos de tu portal, tan distintos a las angostas calles a las que nunca estuviste acostumbrada. Si, sí, la foto es mía, la tomé desde la puerta de mi casa.
Franco era directo, si ordenaba que algo se hiciese, no sé por qué razón todos corrían a hacerlo. Supongo que habría alguna consecuencia o quizá «dependía» de algo.
Tú lo sabes mejor que nadie, como gallega que eres, creo… los bosques, las ánimas, los muertos que hablan (si les apetece, claro) Y es cierto también, que la mayoría de los gallegos no saben si andan vivos o muertos, el caso es que siempre andan, pero lo dudan. Por eso, todo depende.
Un beso y gracias por tu estupendo y divertido comentario. Se percibe que Wences y tú os conocíais bien 🙂
Livia
En un mar de dudas con el interrogante por bandera y el cerebro dividido entre el quiero, el puedo, el si y el no, en un quizás perpetuo que dura hasta ayer o mañana… en esta maraña de mil hilos sueltos hay algo de lo que no dudo nunca: de ti.
Gracias, Fer. Ha sido difícil trasladar el blog. No he podido más que leeros a todos pero aún no puedo comentar o poner me gustas en ningún sitio. Pero sabed que te leo, que os leo, que sigo ahí. No lo dudes.
Yo tampoco dudaba de que me encontrarías otra vez 🙂
Espero que te quedes, ni lo dudo y mira que soy gallega 🙂
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