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Existen días en los que la nada se convierte en lo que temías.

Hoy es lunes, jueves y sábado.

La nada está aquí conmigo.

Se sienta justo a mi lado.

No puedo escribir con ella aquí.

Deseo que la realidad resbale entre mis dedos.

Y que todo se vuelva otra vez ficción para poder rozar las teclas sin tener que pensar.

Pero, nada, no puedo.

No hay correos en la bandeja de entrada.

El móvil permanece inmóvil, se lo ha tragado la nada.

El cartero tampoco trae nada.

Escribir es barato.

Una nebulosa envuelve la habitación, total para nada.

Porque no hay nada que contar pues ella permanece aquí.

Y sigue aquí, sin querer moverse.

Acaricio ideas que, en realidad, no son nada importantes.

Puedo escribir sobre nada.

Nadie se daría cuenta.

Podría no contar nada.

Recuerdo que un día vino algo y se sentó a mi lado.

Ese día pude escribir.

Sin embargo, hoy no escribo simplemente nada.