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Las noches son largas para quien no puede conciliar el sueño.
No es mi caso. Mis noches son dulces, felices y tranquilas. Y es que yo, para dormir bien, creo en algo, albergo planes y esperanzas. Procuro pensar que el día siguiente será mejor, distinto, o que se repetirán los ratos buenos. Me arrimo al lado que me gusta, porque el malo, aparece demasiadas veces sin necesidad de invocarlo.
Sin embargo, para los insomnes, los minutos y sus horas se alargan sin fin, proporcionando la sensación de que su noche no se acaba nunca, convirtiéndose en interminable.
Tú siempre me confesabas el miedo que sentías a dormir, balbuceando palabras sin sentido sobre el mal que habías esparcido por doquier durante tu vida. Quisiste enmendarte conmigo, pero has vuelto a cometer, uno tras otro, todos los errores del pasado. Esta vez vas a peor, acelerando sin precauciones tu pendiente. Inconsciente de que, esta vez, es la definitiva.
Ahora sé que tú perteneces a aquellos que no pueden dormir porque se lo merecen, porque pagas un ínfima pena por lo que has perpetrado y continúas perpetrando.
Una de las causas más comunes del insomnio es el estrés acumulado y las preocupaciones cotidianas.
Sin embargo, también existe cierta tradición que asocia el insomnio a la mala conciencia. Tú no puedes conciliar el sueño por odiar, o por desear y haber causado el mal a muchos, los cuales proclaman, con voz contenida, el no haber podido recibir justicia por la manera en que has estropeado sus vidas. Las voces impotentes de los que ven libre a su verdugo.
Como digo, yo duermo bien. Actúo de día y sigo mis pasos. Segura y, sobre todo, constante.
Y tú, sé que no puedes dormir porque soportas tus culpas, tus delitos, que se acumulan con los años. Culpas, que no borras ya tan fácilmente con la ingesta prolongada de alcohol, aunque me han dicho que lo intentas con vehemencia.
En tus sueños impera una noche helada, oscura, con un terco silencio sin estrellas, presagio del oscuro mundo de tus tinieblas.
Te engañas por el día. Sin embargo, la noche, persigue tus delitos no expiados. Se venga del culpable y te arrebata el sueño, te castiga con su silencio aterrador, un silencio en el que escuchas a los que sabes que te esperan, que te esperamos. Y, por fin, cuando Morfeo te visita, lo hace en forma de horribles pesadillas de las que te he visto despertar sudando. Esas de las que jamás hablabas.
Tú eres un insomne merecedor del castigo, sólo previo al verdadero, por eso, se te priva de dormir a tus anchas manteniendo tus sentidos vigilantes, con los nervios excitados, engañándote de día.
No dormirás hasta que tu culpa se revierta en resolución. No lo hará nunca. No la hay para ti. Ya te he dicho que soy constante.
Buenas noches.