Interrogatorio realizado por un comisionado de la Gestapo a un prisionero de origen gallego.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Estaba usted el 25 de octubre en la Prager Strasse?
Manolo: – ¿Cómo?
Comisionado de la policía alemana: – ¿Estaba usted el 25 de octubre en la Prager Strasse?
Manolo: -Depende.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Depende? ¿Depende de qué?
Manolo: – ¿Por qué lo quiere usted saber?
Comisionado de la policía alemana: – ¡Responda! Quiero saber quién y por qué se detonó ese dispositivo.
Manolo: – ¡Ah…! Eso puede ser por cualquier cosa.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Cualquier cosa? ¡Alguien lo ha planeado y quiero saber inmediatamente todos los detalles!
Manolo: – Vaya usted a saber. Una vez mi tía Rosario, que solía pasearse por el pueblo con su novio, que era primo del que tenía el quiosco más grande, fue acusada de que su novio había deslizado su mano desde el hombro, por el que la solía coger para pasear, hasta su pecho izquierdo. Una calumnia. Pues, lo de que alguien haya detonado algo en el sitio ese, puede ser otra calumnia. Nunca se sabe. La gente es muy mala. Detonar, se detonan tantas cosas…
Manolo recibía el trato característico de las SS y la Gestapo. Llevaba ya cuarenta y ocho horas sometido a un interrogatorio interminable, acompañado de intimidaciones y amenazas. Pero aquello no parecía conmover lo más mínimo al prisionero.
Había llegado ya la hora de utilizar otro método, jugando con la sensación de aislamiento del cautivo y con su inseguridad psicológica.
Inmovilizaron a Manolo y comenzaron a dejar caer gotas de agua sobre su cabeza, de forma ininterrumpida y pausada.
Una gota de agua no parece un arma muy poderosa. No se espera que cause un gran dolor ni que sea dañina. Pero la sucesión de muchas de ellas, causa graves daños psicológicos.
Abandonaron a Manolo y dejaron que las incesantes gotas con su ruido acompasado cayesen una tras otra sobre su cabeza. Este método ya había vencido los nervios de muchos prisioneros.
Lo curioso era que por muchas horas que transcurrían con el caer del agua, Manolo no mostraba señales de que aquello le molestase en absoluto, ni tampoco de tener intención de confesar ni una sola palabra. Muy al contrario.
Aquello se extendió durante horas bajo un permanente estado de observación por parte de sus captores.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Cómo es posible que no muestre a estas alturas alguna señal de flaqueza? Es muy raro. Nunca había presenciado tanta fortaleza. Déjenlo unas cuantas horas más. Debe de estar entrenado para este tipo de torturas.
Pasadas ya, no horas, sino días, un oficial de rango inferior se dirigió a su jefe con tono de preocupación: Señor, el detenido lleva dos días y ahora dice que la gota empieza a tener ritmo. Creo que está escribiendo una canción.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Una canción? No puede ser una canción. Seguramente ya no podrá más y estará escribiendo su confesión.
Oficial alemán: – Permítame que discrepe, señor. No creo que sea una confesión porque de vez en cuando tararea en alto y sigue el ritmo de la gota con el pie derecho.
Comisionado de la policía alemana (en pleno ataque de ira): – ¡Voy a entrar! ¡Abran la puerta!
Comisionado de la policía alemana: – ¡Dígame inmediatamente el nombre del grupo al que pertenece!
Manolo: -Pertenecer, pertenezco a Cambados.
Comisionado de la policía alemana: – ¡Ah! Lo sabía. La gota hora tras hora ha logrado taladrar su voluntad y al fin comienza a confesar ¡Explíquese! ¿Qué tipo de organización o grupo terrorista es esa llamada “Cambados”? ¡Y no juegue más conmigo o se arrepentirá! Dígame, ¿han sido ellos los que lo han entrenado? ¿Ha desarrollado usted su formación allí?
Manolo: – Podría decirse. Lo de las gotas éstas, es muy común allí en mi tierra.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Cuánto hace que pertenece a ese grupo…“Cambados”?
Manolo: – ¡Uy! Desde siempre.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Dónde se encuentra?
Manolo: – Cambados se encuentra en la margen izquierda de la ría de Arousa, ¿Sabe que está considerado como la capital del Albariño? Un vino con mucha fama que elaboramos yo y mis paisanos a partir de cepas que fueron traídas de Renania en el siglo XII. Lo cultivamos de forma artesanal en pequeñas terruños que unos tienen aquí y otros allá, a veces ni se sabe dónde están los lindes. Suele haber muchas disputas vecinales por ellos que, a veces, acaban bastante mal. Hay muchos vecinos con mala leche pero, en general, nos vamos arreglando. Bueno, como le decía, el Albariño está catalogado entre los mejores blancos de Europa. No es que quiera faltarle a usted, señor oficial, aquí tienen buenos blancos, pero ni comparación con el nuestro.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Y dice usted que es bueno ese vino?
Manolo: – Decir “bueno” es quedarse corto y si lo acompaña de unos pimientos de Padrón o una tapita de pulpo, no vuelve usted a acumular tanta tensión como la que tiene con este trabajo suyo, con tanto grito y tanta orden. Si hasta tiene usted mala cara. Ya lo decía mi tío Ambrosio, hay que saber relajarse y él vivió hasta los ciento cinco años años.
Comisionado de la policía alemana: – Ciento cinco años años son muchos años… buenos genes.
Manolo: Ya le digo y el Albariño que ayuda mucho.
Comisionado de la policía alemana: – ¿Cree de verdad que tengo mala cara? ¿Podría, quizá, conseguirme unas botellas de ese vino?
Manolo:– Poder es posible que se pueda. Depende.
Comisionado de la policía alemana: (sentándose en una silla y echándose a llorar):
– ¿Depende de qué?
Muy bueno!! Jajajaja!! Me ha hecho reír en mitad de la biblioteca ;P
Un abrazo
¡Me alegro, Andrea! Pero ahora calladita, que estás en la biblio 🙂
Otro abrazo
¡Genial! Y ni una palabra más, hermosa jovenzuela, genial a secas.
Gracias 🙂
Un toque de humor muy acertado! Me ha recordado a bastantes amigos gallegos, enhorabuena!
Muchas gracias.
Un saludo,
Livia