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Anoche entraste en mis sueños y, sin esperarte, estabas.
¿Cómo atravesaste el muro que los siglos separaban?
La magia de tus palabras era la llave perdida, aquella que no encontraba.
Ni una pregunta siquiera, para saber qué pasaba.
Como a ti te gusta hacerlo, entraste sin que esperara.
Y presa de tus palabras, como hace siglos estaba,
Doblé en poemas mi vida, aquellos que escribe el alma.
Tú regresaste con versos, que sólo a mí me tallabas.
Ahora ambos escribimos lo que nos inspira el alma.
Y desnudamos palabras, cada noche, cada día.
El tiempo somos nosotros, tras eso, la vida acaba.
Sólo tú, yo, los poemas,
y la llave: Tus palabras.