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enfermera

Entró en la sala con un aire decidido y amenazador.

  • ¿Cuál es la de las dos?, preguntó.

Sentadas la una junto a la otra, en un incómodo sofá negro de la sala de espera, nos miramos impertérritas. Ella a mí y yo a ella.

-Eres tú, dijo mi acompañante.

Hija de puta, pensé angustiada.

– Mi cita es a las doce, a ver si se equivocan y me trepanan la mandíbula, le dije a mi amiga.

Ella me miró sin hablar, sonrió e insistió.

  • Es ella, le dijo a la enfermera.

Me sentí traicionada. No lo podía creer.

Esta vez, la voz insistió, algo más impaciente:

  • ¿Cuál es de las dos?

¡Ah! Eso es distinto, pensé.

  • Pues soy yo, dije con cara de resignación.

Y entré para que me extrajesen la muela.