Entró en la sala con un aire decidido y amenazador.
- ¿Cuál es la de las dos?, preguntó.
Sentadas la una junto a la otra, en un incómodo sofá negro de la sala de espera, nos miramos impertérritas. Ella a mí y yo a ella.
-Eres tú, dijo mi acompañante.
Hija de puta, pensé angustiada.
– Mi cita es a las doce, a ver si se equivocan y me trepanan la mandíbula, le dije a mi amiga.
Ella me miró sin hablar, sonrió e insistió.
- Es ella, le dijo a la enfermera.
Me sentí traicionada. No lo podía creer.
Esta vez, la voz insistió, algo más impaciente:
- ¿Cuál es de las dos?
¡Ah! Eso es distinto, pensé.
- Pues soy yo, dije con cara de resignación.
Y entré para que me extrajesen la muela.
¿Cuál es LA de las dos?
¿Cuál es (la) de las dos?
¡Ah, qué tremenda ambigüedad la del lenguaje! Un simple artículo femenino singular. ¿La paciente citada a las dos? ¿La que ha de extraerse las dos muelas? Estooo… ¿Y será el lenguaje o será nuestra maldita mente? Pues, en principio, no parece el lenguaje, obviamente, porque ese monstruo con aspecto de profesional repite de inmediato: ¿Cuál es de las dos? Pero… «de las dos horas» no parece, ¿verdad?, puesto que aún no son las doce o pasan unos minutos, un ratito, diría … En fin, al menos, terminaste por entrar, que es lo que importa.
Pero, ya que hay confianza, dime: ¿Extrapolaste en el relato? ¿Echaste mano de un quid pro quo? ¿Qué pasó? Me mata la curiosidad 🙂 Todo lo cual significa ¡bravo, bravo! Y al principio de la lectura, no sé por qué, me dio por pensar que eras algo hipocondríaca… pero ya veo que, por fortuna, no.
🙂 En realidad fue que la que debía entrar al dentista, la que no quería. Por lo que, su mente quiso interpretar la frase de esa manera. Cosas del cerebro que tergiversa lo que quiere… ¿Algo hipocondríaca?… pues sí, pero siempre se termina por entrar, no hay más remedio 🙂
Un beso,
Livia
Jajajajajaja, muy bueno 😉
Abrazos!
¡Gracias! 🙂
¡Abrazos también para ti!