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Se sintió algo asfixiada después de la conversación. Nunca hasta el momento se había tocado el tema pero ya no se podía obviar por más tiempo. Sentía latir su corazón en las sienes, se sentía inquieta, sudaba y su cabeza retorcía una y otra vez las mismas frases sin que lograra que cobrasen sentido.
Era una de esas conversaciones que existen desde hace años pero que no se recuerdan a propósito. Eso sí, había que pasar por ello, ya no había más plazo. Era necesario.
Al salir de la sala aún recordaba que el tono de la misma había escalado sin cesar, que los argumentos se sucedían ágiles y escurridizos, como fuera de control, pero ya no recordaba sobre lo que se había hablado.
En algún momento sintió la angustia en algún sitio ya dolorido, al que había decidido no volver.
Cuando se quedó sola respiró aliviada, mientras sentía como el peso iba desapareciendo. Después de un rato lo había olvidado todo, incluso los sentimientos que la conversación habían provocado en su cuerpo.
Sabía con certeza que se calmaría y hablaría de otros temas caminado en silencio o con una cerveza entre las manos. Ocurriría igual que con las noticias del periódico, al principio la obsesionaban, para caer en el olvido transcurridas unas horas, solapadas por los acontecimientos del día.
Simplemente, su mente decidió no amenazar más su futuro recordando frases que era mejor olvidar. Por eso, apagó el zumbido de sus pensamientos, para no envenenar sus venideros días de luz.