Las estrellas Michelin son el reconocimiento más deseado por los cocineros del mundo.
Es un excelente cocinero, trabaja mucho, todo lo que pasa por sus manos se convierte en mágico, además de ser todo un líder para su equipo.
Hoy me encuentro en uno de esos atardeceres de verano que se recuerdan en las frías noches de invierno.
Entramos en su casa. Su cocina es espectacular. No sólo a él le apetece cocinar ahí, a mí también. Se da cuenta por mi mirada de lo que siento al estar allí.
Me invita a coger dos copas situadas en un estante de madera, mientras las vistas de la cocina abierta a la terraza nos traen un intenso olor a mar.
El atardecer añade, si cabe, más belleza al momento. La última pizca de calor se nos escapa de las manos.
Descorchamos una botella de vino. Miro cómo sirve algo en ambas copas mientras sonríe.
Me da igual que cocine algo poco habitual. Comeré cualquier creación suya sin rechistar, por muy extravagante que me parezca. Sólo quiero disfrutar del atardecer entre ollas de lujo.
Me mira y me guiña un ojo, mientras pregunta:
- ¿Hacemos huevos fritos con patatas para variar un poco?
¿Basado en hechos reales? 😉
Tengo un sobrino que es un futuro chef, ya a sus once añitos 😀
Eso es sí que es una pasión temprana 🙂
Muchas gracias por tu comentario, Fabio.
Un saludo,
Livia