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¡Camarero! Dijo el anciano sentado en la barra del bar.
-Pregunte a aquellos dos caballeros de la mesa de la esquina si puedo tomar dos dedos del vino que están bebiendo.
El camarero sin dar muestra alguna de la extraña petición, se acercó a los dos hombres de aspecto pulcro e hizo lo que le pedía.
Los dos hombres, volvieron su mirada hacia aquel individuo de aspecto bohemio y, minutos después, el camarero sirvió dos dedos del vino al hombre que, levantando la copa, les dedicó una sonrisa.
Cuando ambos terminaron la botella, el anciano encargó que les sirviesen otra de la misma añada.
Ambos se quedaron gratamente sorprendidos, pues jamás pensaron que aquel anciano extravagante, pudiera permitirse pagar cerca de mil euros por aquella botella.
Y es que, en la mayoría de las ocasiones, los prejuicios nos ciegan. Y, a veces, basta con respirar hasta el fondo, sonreír y dejarse sorprender.
¡Feliz 2018!