Livia de Andrés

El verano se acerca y empieza mi obsesión porque ningún ser vivo, excepto yo y mis visitas, entren en mi piso.

Ayer por la tarde, después de una larga jornada, me tumbé en el sofá dispuesta a leer tranquilamente arrullada por el sonido de la nada, esto es, en un silencio absoluto.

No había ni leído media página del libro que tenía entre mis manos, cuando algo me obligó a alzar la mirada. Empezaba la temporada de verano: un mosca.

Intenté pasar del asunto convenciéndome de que igual que había entrado por la ventana entreabierta, sabría encontrar la salida.

Procuré retomar mi lectura, pero no pude. Como ya sabréis por otra de mis entradas, en cierta ocasión quise reservar habitación en el hotel cinco estrellas que tengo enfrente de mi casa, porque una abeja se empeñó en pasar la tarde en mi salón.

La mosca de ayer era muy rara…

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