Una pareja entrada en años se encuentra sentada en una terraza al sol.
Él toma una copa de vino con cara de aburrimiento, como el que espera un día igual al anterior. Ella también está aburrida pero parece algo más ocupada que él, aunque sin exagerar ya que parecen estar jubilados los dos. Viven juntos, por eso están sentados sin la mascarilla puesta. Además, es un sitio al aire libre.
Pasados unos minutos ella se levanta y se queda de pie junto a la mesa de su marido. Empieza a hablarle. Él la mira con desgana, mientras enciende un cigarrillo.
Alguien le ha dicho que fumar se hace de pie y ella sigue la norma.
Imagino que será porque no quiere pasarle ningún virus a su marido, con el que convive, come, cena y hasta al que, probablemente, le escupa cuando le hable.
Sin embargo, la norma es la norma y a ella le han dicho que hay que levantarse para fumar, aunque no se haya parado a recapacitar el porqué de esa medida.
El humo se acerca más a mi mesa que a ellos. Exhala de pie y procura echar la bocanada de aire hacia mi mesa. Su marido queda así protegido de todo, ya que ella se ha levantado, aunque en la intimidad de su hogar le lance las gotitas de su aliento.
La norma es la norma, si hay que fumar en pie, se fuma de pie. El humo sólo se puede echar a las mesas circundantes, que somos los únicos a los no nos escupe a diario. Querrá que probemos.
En muchas ocasiones he sentido la tentación de escribir bajo pseudónimo o utilizar un avatar, como el Youtuber UTBH, no con intención de esconderme, sino para que la gente deje de preguntarme si soy la protagonista de mis entradas. Sin embargo, considero que esconderse es de cobardes, prefiero utilizar mi nombre. Me niego a formar parte de esa categoría aborregada, predominante en nuestra sociedad.
Y es que, esconderse es inútil, es como mentir, al final se sabe. No deja de asombrarme observar cómo en diversas redes sociales o en mi mismo blog, la gente cree que actúa en la sombra. Todos sabemos que no es muy difícil saber de dónde provienen las visitas que reciben los blogs, son fácilmente rastreables. Mi blog me proporciona toda clase de información aunque yo no quiera. Por tanto, sé quien se encuentra agazapado en las sombras, esas cómodas sombras que, al final, acaban oscureciendo hasta la propia vida fuera de la red, los que la tengan.
Atreverse a hablar es exponerse, en muchas ocasiones decir lo que piensas, en un mundo en el que cada vez más individuos optan por permanecer bajo la tabla rasa del adoctrinamiento colectivo, no es fácil. Sin embargo, creo que opinar con argumentos es fundamental, para la contribución al desarrollo de la especie humana, un deber para el avance de la humanidad. El individuo se pierde en la colectividad, lo cual es peligroso, pues elimina su libertad, suprimiendo así, su libre opinión. Las opiniones en masa, sepultan al individuo haciéndolo víctima de sí mismo mediante su propio silencio. Reconozco que es difícil ser valiente, pero alguno ha habido, personas como el mejor filósofo de nuestro tiempo, nuestro querido Gustavo Bueno, que continuó ejerciendo su carrera, defendiendo sus pensamientos con vehemencia y expresándose de forma clarividente hasta que decidió dejarnos en tierra baldía, eso sí, con la certeza de haber llevado a cabo su labor hasta el final y de haber vivido según su criterio.
O como el psicólogo canadiense Jordan Peterson, que sabe escuchar, debatir, al que muchos odian y al que otros muchos escuchan y lo escuchan, porque les ha devuelto la esperanza perdida de vagar por la vida sin objetivo, simplemente poniendo delante de sus narices nociones tan básicas como el esfuerzo, el estudio, la lectura y la defensa de sus convicciones o ideas, les permitirá salir del yugo atronador del silencio al que se ven sometidos desde hace décadas los estudiantes y profesores en las universidades a lo largo y ancho de todo el planeta, que de tanto callar han dejado de hacer honor a ambos nombres. La gente no se atreve a opinar, ni a plantar cara, se aborrega, baja la cabeza, hace que no escucha, porque cree que así les irá bien, pero no es así, ya que todos aquellos que están callando, otorgando, son como la mujer maltratada que no se rebela porque piensa que la situación se sostendrá, aunque todos sabemos como termina siempre: A golpes primero y finalmente con la muerte. Una gran masa se esconde bajo pseudónimos en la red, tras un móvil, hablándole a su perro o con auriculares en las orejas por la calle, sustituyendo así la comunicación personal. Hay personas que, sin percatarse siquiera, han dejado de vivir por vivir entre sombras, con mails o perfiles falsos, con comentarios firmados bajo un nombre falso. Recuerdan a los criminales que cambian de nombre varias veces durante su vida para dificultar ser rastreados. Gente que, por cobarde, no se atreve ni a levantar el teléfono para que su pequeña y cada vez más diminuta burbuja de lo que ellos creen confort y que, en realidad, sólo es soledad, no sea perturbada. En el fondo tanto ellos, como nosotros, sabemos quienes son.