• Contacto
  • SERVICIOS
  • Sobre mí

Livia de Andrés

Publicaciones de la categoría: Reflexiones

El mitin

22 Lunes Jun 2020

Posted by Livia de Andrés in Humor, Política, Reflexiones, Vida

≈ 5 comentarios

Etiquetas

crítica, humor, Política, Reflexiones, vida

Ayer presencié como un periodista, que se había desplazado desde la capital para cubrir un mitin político celebrado en Galicia, era fustigado por el tortuoso carácter gallego.

El pobre desdichado, gran periodista y muy valiente, se acercaba al público allí reunido, durante los momentos previos al mitin, preguntando a los presentes en el recinto, gratamente camuflados por sus mascarillas, sobre su intención de voto ¡Pero hombre de Dios! ¡Eso en Galicia es un suicidio! ¡No sabes a qué te expones! Eso es información clasificada, no la tiene ni Tezanos.

¿Cómo se te ocurre preguntar a un gallego qué va a votar? En esta tierra no te dicen ni la hora porque creen que tiene consecuencias.

El periodista, en su ingenuidad, se empeñaba en conseguir una respuesta que jamás iba a llegar. Venía con la mente de Madrid, abierta, dónde la gente te responde. Allí, te vas a cubrir un mitin y preguntas directamente. Aquí, era como ver a alguien dar vueltas al mismo árbol, al principio lo coges con fuerza pero, después de una hora, empiezas a pensar por qué has tenido que ir al bosque. Y es que cuanto más se esforzaba en darle ritmo a su entrevista y más le insistía al cámara que lo siguiese entre las filas de asientos de los probables votantes, que allí se encontraban, porque simpatizaban con su color político, más dificultades encontraba en hallar respuestas.

Aunque les hubiese preguntado por el número de zapato que calzaban pistola en mano, no lo hubiese logrado.

En Galicia, si te pierdes y preguntas si giras a la derecha o la izquierda, te vas a encontrar con otra pregunta del tipo: “¿Y usted por qué lo quiere saber?” Es inútil. Lo más práctico es que te lances hacia un lado o hacia el otro y reces para no terminar al borde de un acantilado o dando vueltas a la misma roseta.

Ir a un mitin y preguntar la intención de voto en Galicia es un suicidio, pero el periodista no terminaba de pillarlo, aunque los signos del público eran claros, sólo que hay que saber traducir las señales que emiten los gallegos, como las de tráfico: “Gire aquí y ya veremos donde acaba”. Hasta la señal es todo un misterio.

Ya no digamos tener la osadía de acercarte a alguien antes de un acto de este tipo, sentado en su butaca, pertrechado con una mascarilla e incluso con gafas en un recinto cerrado, a la espera de que salga su líder político. Cuando te diriges al sujeto en cuestión, que inclina su cuerpo hacia una pared vacía para dejar de mirar al escenario, es que no te va a contestar. No es que no te vaya a contestar a: “¿Tú a qué partido votas?” Es que no te va a soltar ni lo que comió ese día, no vaya ser que saques conclusiones.

Ya lo he mencionado muchas veces, en Galicia, todo depende y también he dicho que por mucho que tortures a un gallego, aunque vengan los mismísmos nazis, como le pasó a Manolo, no vas a obtener respuesta.

  • ¿Qué va a votar usted, señor?
  • Ay, pues no sé, a ver, ya se verá…
  • Pero usted ha venido a este mitin del partido X, por algo será ¿está interesado…?
  • Venir vine… ¿y usted quién es?
  • Soy X periodista de X medio y quería saber su opinión sobre cómo están las cosas en Galicia. Algo opinará…
  • Ay, sí, sí opiniones tengo muchas… ¿Y usted quien viene siendo?
  • Bueno, ¿sabe usted si aquí cerca hay alguna cafetería para tomar algo?
  • Haber habrá…supongo. Yo no le sé decir…

Los gallegos están muy entrenados, entrenados de tal modo que, aunque los tortures, no les sacas nada. Interpreta y vete. Si están en un acto político para escuchar a alguien, es que, probablemente lo van a votar. Lo mejor es que escribas… “Ayer, en Galicia hubo gran afluencia de público en el mitin de X” y el resto, te lo inventas. Si hoy en día eso de contrastar la información es algo “osoleto”, que diría un paisano mío. Tú dices, hoy han muerto X personas de Covid 19 y si resulta que aparecen más, sonríes y dices que hubo un accidente de tráfico que se llevó por delante a 15.000, aunque no haya coches en las carreteras. Pero si no pasa nada, hombre, tú escribe algo y ya está, pero no vengas por aquí poniendo a la gente en aprietos sobre lo que van a votar.

Por cierto, dicen por ahí, que nuestro frustrado periodista y el cámara que lo acompañaba, siguen dando vueltas a una roseta de la provincia de Pontevedra. Se van a quedar unos días, hasta que se recuperen. Ambos opinan que aún no saben cómo escribir el artículo sobre el mitin, pero que hace más fresquito que en Madrid. Y es que, quieras o no, Galicia engancha.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Encuentros en la Tercera Fase

21 Domingo Jun 2020

Posted by Livia de Andrés in Humor, Política, Reflexiones, Vida

≈ Deja un comentario

Etiquetas

humor, Política, Reflexiones, vida

La felicidad inunda las calles.

No dejo de oír mensajes que parecen sacados de un prospecto propagandístico de mala calidad: “Ya pueden salir”. Eso sí, las capas de la cebolla, se las van sacando según les digamos.

La nueva realidad es muy incómoda y se aleja mucho de la realidad, parece una película mal dirigida, en la que el director en vez de pagar a sus actores, los domina a base de adrenalina. “Ahora toca que tengáis miedo y que os quedéis quietos” “Ahora ya podéis tener menos miedo, pero cuidado porque en cualquier momento os digo que tengáis miedo y os vuelvo a encerrar”. Una mierda, con perdón.

El Covid está previsto que regrese el día 6 de octubre a las cuatro y cuarto. ¿Pero de qué van? Nos tratan como si todos fuésemos tontos. Lo que ocultan es que ya hay sitio en las UCIS, para que pase la siguiente ronda.

Nos hallamos en la nueva normalidad. No sé quién acuña los términos pero, lo que sí sé, es que es un analfabeto.

Yo no sé ustedes pero, a mí, toda esta situación me parece todo, menos normal.

Si hace unos cuantos meses, les dicen que tienen que salir a la calle con un “bozal” en la cara, un bozal no sólo físico, sino también un bozal mental que les suprime el derecho a poder expresarse libremente ¿Qué hubieran pensado? ¿Qué es normal?

En esta nueva realidad virtual debemos guardar una distancia de dos metros entre personas, pero se puede volver a los bares. Parece ser, pues, que si te agarras con fuerza al vaso de cerveza, el virus se da la vuelta y se larga. Es todo muy lógico y sensato. Está muy bien pensado.

Te vas de vacaciones. Te miran la temperatura y, si en ese momento, te sobra la chaqueta y tienes más calor del habitual, te confinan en el hotel. En todo caso, varías y no tienes que ver la pared de tu casa. Personalmente, cuando quiero que me miren la temperatura, no me subo a un avión, me voy al médico, o mejor, me la miro en casa ¿Es que es divertido que te obliguen a lavarte las manos con geles pringosos cada vez que sales de una piscina? ¿Es divertido que el mero hecho de llevarte una patata frita a la boca sea un acto de alto riesgo? Ahora resulta que el parapente resulta más seguro.

Pero la gente ya está tranquila porque el Estado les ha dicho que se puede, sí se puede, y ya se sabe que si hay permiso… Además, si se muere alguien, sale Simón con estudiado despeinado a tranquilizar al personal diciendo, “es que tenía patologías previas”, con lo cual, no tranquiliza a casi nadie.

Después, está lo del permiso de circulación. La gente que conducía ya lo hacía mal, con falta de ética y educación, pero el problema es que tampoco saben circular por la calle, caminar sin tropezar. Siguen creyendo que si te adelantan por el lado que no toca y te empujan, llegan antes. Son todo, menos hábiles.

Existe también ese porcentaje tan alto de población que tiene mascota. Esos no llevan mascarillas. Imagino que el virus teme a todo lo que tenga pelo, porque sus dueños no la llevan, están exentos. Se han quedado en la primera fase. “Los que tengan mascota, la pueden pasear”. Y la pasean, no llevan mascarilla, la mascota lleva todo tipo de virus en las patas, huele todo lo que le viene en gana, que es lo que haría yo si fuera mascota porque no habría tenido que aguantar el discurso en rulo de Simón. Y el “high peak” o punto álgido del paseo es cuando recogen los excrementos del animalito. Esto sí ha mejorado porque cuando estábamos confinados, todo el mundo pasó de la bolsita. Si nadie te vigila, ya se sabe.

Está todo muy bien pensado y es muy cómodo además, te lavas las manos, limpias las superficies, lavas la compra, tiras la ropa a la lavadora cada vez que sales, gastas cinco euros en cada mascarilla, la gente se va quedando con menos opciones laborales, pero reina el silencio… un silencio que a mí me resulta atronador: el del rebaño resignado. Todos los borregos esperan a la siguiente orden… “A ver qué nos dejan hacer”, “Creo que si vas a comprar ropa tienes que hacer una cola de dos horas…”Anda, no lo sabía, voy a ir a ver cómo es la cola”. Claro que sí, es lo más apetecible, esperar tras otra persona con el bozal puesto, que te miren la temperatura y vigilar que nadie tosa a tu alrededor.

Claro que siempre quedan otras opciones para vivir de forma más relajada, como la gente que se cree inmune. Se pasean con una media sonrisa y sin mascarilla: Yosoyrebelde.com Y, además, me han dicho que hasta octubre el virus ha pillado una depresión y no va a levantar cabeza. Y te pasan rozando o escupiéndole al móvil. Se ahorran comprar mascarillas y están más cómodos. El problema lo tienes tú, que eres tonto y te la pones, ellos no desde luego.

Personalmente, no quiero sucedáneos de lo normal, no me gustan, quiero lo normal, lo de antes, lo de siempre.

No quiero fases, ni desescaladas, ni que me digan que hoy se puede pasear media hora pero, sólo si vas corriendo, si paseas, castigado en casa. No me gusta vivir en una realidad virtual, quiero la realidad de siempre, que ya tenía suficientes fases y suficientes dificultades. Quiero que la gente piense por su cuenta, reflexione, no se aturda porque la “dejen” salir, en cuanto ponen un pie en la calle dejan de pensar, gente entretenida por un trabajo que ahora resultará el doble de difícil de desempeñar.

Ya he visto “Encuentros en la Tercera Fase” y estuvo bien, pero cuando terminaba la película, podía salir del cine.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Las cuadrículas

01 Viernes May 2020

Posted by Livia de Andrés in Humor, Política, Reflexiones, Vida

≈ 1 comentario

Etiquetas

crítica, humor, Reflexiones, vida

oooooooooooooooo

Puede que esté perdiendo la cabeza por el cúmulo de sandeces que llevo escuchando día tras día, pero creo haber entendido que van a marcar las playas con cuadrículas para mayor seguridad de los arrojados que vayan cuando volvamos a “la nueva normalidad”. Aquí me pierdo, si es nueva ¿cómo puede se puede volver? Lo dejo ahí.

Van a “encerrar” a la gente que vaya a la playa dentro de una marca cuadrada de arena para después obligarlos a caminar en fila por un pasillo dibujado en la arena que los conducirá hasta el mar.

Qué bonito, de verdad, qué bonito. El calor, las filas, los cuadraditos que nadie va a desdibujar.

¿Y al llegar al mar? ¿Cómo se supone que deben comportarse los presos de esos barrotes invisibles? Quizá en el agua marquen su territorio rodeándose de pececillos, o con algas, qué idea tan magnífica aunque, personalmente, optaría por defenderme de la jauría de bañistas hambrientos de sol, sal y mar con un cangrejo o mejor, centolla en mano, que impresiona más.

Y a la salida sin que nadie haya osado tocarte o salpicarte o escupirte, lo cual es muy común mientras intentas nadar, te pones en fila en el pasillo de arena asignado para tales fines y regresas a tu cuadrado de arena.

Qué gozada debe de ser eso, qué relax para el cuerpo y para el espíritu. Los barrotes serán imaginarios, ningún niño se atreverá a saltarse la marca de arena, no habrá disputas por obtener uno de los cuadraditos en las que, seguro, te escupirá alguien, porque cuando te acaloras, ya se sabe, ¿o quizá será mejor tomar el sol con mascarilla? Qué marca tan bonita en la cara, sobre todo qué original y qué relajados van a estar: Cuadrados en la arena, pasillos hasta el mar y, una vez en el agua, vuelta a la lucha para defender tu territorio.

En fin, lo que sí aconsejo es que no suelten la centolla, por si acaso.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Mi vecina y su estado de alarma

01 Viernes May 2020

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Vida

≈ 4 comentarios

Etiquetas

historias, pensamientos, Reflexiones, vida

5734543e104d61d7c6ad1b8b3466e6f7

Hoy me ha despertado la vecina del primero que le ha dado por poner la música a tope y empezar a dar gritos, imaginando que su voz cuadraba con alguno de los acordes que sonaban en su piso.

Ayer, también me tropecé con ella cuando yo bajaba la basura y, al abrir el ascensor, salía con su perro, un antes cachorrillo en perfecto estado, que pasadas dos semanas de vivir con ella y su pareja, se ha quedado con las dos patas delanteras rotas y se ha pasado un año en el apartamento, gimiendo de dolor, con las patas metidas en no sé qué aparato. Por lo menos, desde que ha empezado el confinamiento no está solo y sale a la calle, ya que antes no lo hacía.

Mi vecina está ofendida porque un día, después de haberle prestado mi secador y varios utensilios de cocina cuando se trasladó con su novio a vivir abajo, se me ocurrió preguntarle por qué motivo su perro lloraba tanto. Eso bastó para que dejara de saludarme. Ahora cuando se cruza conmigo sonríe mucho, como los que defienden causas de las que saben que son culpables y le habla sólo al perro. Quizá piense que le va a contestar.

Que no me salude, sólo demuestra su falta total de educación, aunque, a estas alturas, esto ya no es ninguna sorpresa. No se da cuenta de que si vas a la casa de una desconocida cada cinco minutos y le pides lo que te place, tienes que saludarla cuando te cruces con ella. Además, no alcanzo a comprender por qué las personas que tienen mascotas, a las que generalmente sólo utilizan para entablar conversación con otro ser humano, suelen estar siempre ofendidas por algo.

Me molesta su hipocresía. En primer lugar, sus palabras, nada más adoptar al pobre perro fueron: “Si te molesta, por favor, dímelo”. Uno de mis problemas es que yo me creo lo que dice la gente, en un primer momento.

Sé, además, que maltrata a su perro, porque lo he visto. Sin embargo, cuando se cruza conmigo u otro vecino, en otras palabras, cuando hay testigos, su tono cambia considerablemente y pasa a tal fase de amor infinito a su mascota, que la mira entre desconcertado e histérico.

Cuando mi vecina se trasladó aquí, me pareció una chica maja y normal, pero ahora hasta el acento le ha cambiado. Intenta emitir sonidos estilo Tamará Falcó, lo intenta. La mezcla entre maltratadora y el acentillo nos tiene al perro y a mí desconcertados. Él le tiene pánico, salta, grita y se tira encima de cualquier persona que crea que lo puede ayudar. Yo a ella le tengo manía.

Por otra parte, ella y su pareja, se pasean sin guantes, sin mascarillas, como si el estado de atrincheramiento, no fuera con ellos. Toman vermuts con la ventana abierta, ponen música y salen unas diez veces al día con el pretexto de pasear al perro. Están satisfechos y contentos. Es como para estarlo, cuando la gente se muere, porque siguen muriéndose y mañana, cuando los suelten a las calles a jugar a la ruleta rusa, van a morir más.

Sin embargo, mis vecinos están felices porque creen que con ellos no va el asunto, ni la pandemia, ni la economía, ni nada. Ellos bailan, comen y pasean al perro “sin bolsita”. Ya se sabe que, para algunas personas la falta de gente en la calle significa que las normas habituales de limpieza desaparecen también.

Y hoy a las ocho mis vecinos saldrán a aplaudir, pero no porque sientan ningún tipo de empatía por los sanitarios, no la sienten ni por su perro. Es para que los vean. Mi única esperanza es que a ella no se le ocurra soltar un: “¡Jo, qué fuerte!”.

Mientras, seguiré aguantando su música, sus berridos, oiré llorar al perro para, después, verla a ella con esa sonrisa que se le ha quedado clavada en la cara desde que está de “vacaciones”.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Premonición

28 Martes Abr 2020

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones, Vida

≈ 4 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones, vida

Cuando te pasa una ola por encima poco puedes hacer más que esperar a que pase. Si tienes suerte sólo te quedan unos arañazos en la piel por haberte arrastrado y restregado por la arena del fondo. Después, te escupe hacia la superficie, como digo, si tienes suerte. La ola nos está pasando por encima y no es que vaya a tardar en pasar, sino que unas veces golpeará con más fuerza y otras con menos, se hará más grande o más pequeña, pero no volveremos a pisar tierra.

La gente espera impaciente al pistoletazo de salida para “recuperar su rutina” pero, el que sostiene la pistola dispara sin sentido y sin apuntar. Por eso no acierta.

Hoy he estado reflexionando sobre la estulticia del ser humano, incluida la mía. Es como el que no echa de menos jugar al tenis hasta que se lo prohíbe el médico, aunque no haya tocado una raqueta en su vida. Yo no echo de menos el tenis, pero hoy sí me he acordado del verano pasado, cuando me quejaba, antes de ir a la playa porque, a la vuelta, tenía que lavar la toalla y el bikini en la lavadora, me parecía muy molesto llegar llena de arena y sal. Lo mismo me ocurre cuando pienso en la pereza que me daba ir a hacer ejercicio al paseo marítimo que tengo frente a mi casa. Recuerdo que cuando cedía y me dejaba llevar por un libro o una serie, mientras disfrutaba de la comodidad de mi sofá, sufría unos remordimientos terribles. Sin embargo, también recuerdo que, a la vez, experimentaba una especie de premonición. Una vocecilla en mi mente que me susurraba: “Llegarán tiempos en los que te arrepentirás de no salir hoy a la calle”. Confieso que, a veces, hasta sentía miedo de pensarlo, por si alguien me oía. Pues me han oído.

Y ahora miro anhelante el mar desde mi ventana. Mi vida se ha convertido en una rutina mezcla de desinfección y desconfianza interminable.

Cierto es que, antes de que todo esto del virus se instalara entre nosotros, ya era consciente de que había idiotas. A ver, idiotas siempre los ha habido, pero nunca como los de ahora. No, esos son especiales porque llevan años entrenándose y han llegado a un grado muy alto, qué digo grado, a un doctorado en estupidez. Antes de que el bicho se nos echara encima, terrazas, bares y paseos estaban desbordados por gente gritona, maleducada y, según ellos, con derecho a todo. Gente que sólo iba a su casa a dormir, pero que casi no reconocía el color de su propio sofá y ahora, están desesperados porque el sofá se está vengando.

Solía ver parejas con sus bebés dormidos a su lado mientras ellos bebían hasta altas horas. Es humano errar, pero las hordas que no abandonaban las calles con el menor pretexto, las fiestas día sí, día no, los aviones como latas de sardinas, eso no era humano. Y yo presentía que iba a ocurrir algo y así ha sido.

Lo que siento es que, además de las muchas vidas de gente que aún tenía mucho por vivir, más que nada porque sabían vivir, se nos han echado encima otros virus paralelos de difícil solución.

Ahora ya no tengo premoniciones, más bien certezas: “1984 Orwell”.

Pues eso.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Imagen

Mentiras tontas

11 Miércoles Jul 2018

Etiquetas

historias, humor, Reflexiones, relatos

Hace un par de años mi amigo Paco empezó a ganar bastante peso. Nadie se atrevía a mencionar este asunto en su presencia. Sin embargo, él entraba cada mañana en la oficina anunciando de forma eufórica y con potente voz que, según su pesa, había bajado dos kilos. Acto seguido, Paco se sentaba en su mesa y no dejaba de refunfuñar por lo mucho que le apretaba el cinturón del pantalón. Al día siguiente, la misma escena ¡Dos kilos! Iba de dos en dos kilos cada día. No se paraba ni a pensar que, con semejante pérdida de peso diaria, habría sido urgente una visita al médico. Ninguno de los allí presentes se explicaba la razón por la que se ponía en evidencia de esa manera cuando la acumulación de grasa de su barriga se hacía cada vez más evidente ¡Dos kilos más! ¡Es fantástico! Nos decía mientras avanzaba con dificultad hacia su ordenador.

De igual manera se alejaba de la realidad aquella peluquera tan sospechosamente acelerada, habladora hasta decir basta, que aseguraba a todos sus clientes que su delgada figura se debía a comer y cenar exclusivamente marisco. Afirmaba que aquel era su vicio y debilidad. Recuerdo que, por aquella época, intenté convencer a mis padres para que me dejasen estudiar peluquería. Me parecía una profesión como pocas, podías conseguir que los pantalones de la talla 34 te quedasen flojos y el sueldo te alcanzaba para pasarte la vida atiborrada a percebes y centollas.

Si las personas que mienten se parasen a pensar sus mentiras, se cansarían mucho, porque pensar cansa un montón, sin embargo los demás no nos divertiríamos tanto.

Manolo era un claro ejemplo de lo mismo. A sus casi noventa años, para marcharse del bar cuando era su turno de pagar otra ronda, se disculpaba diciendo que no quería que su madre estuviese tanto tiempo en casa sola. El resto de los tertulianos lo miraban con horror viéndolo como a una especie de Norman Bates en Psicosis e imaginando su llegada a casa para besar en la mejilla a lo que fuera que tuviese en una mecedora.

Poca imaginación también la de mi vecino Juan que, cada vez que llegaba borracho a su casa, agarrándose a las paredes, aseguraba a su mujer que le había sentado mal la tapa de mejillones.

Y es que hay personas que ni para mentir se molestan en pensar.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Publicado por Livia de Andrés | Filed under Humor, Reflexiones, relatos

≈ Comentarios desactivados en Mentiras tontas

Prejuicios

31 Domingo Dic 2017

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones, relatos

≈ Comentarios desactivados en Prejuicios

Etiquetas

Reflexiones, relatos

bar 2

¡Camarero! Dijo el anciano sentado en la barra del bar.

-Pregunte a aquellos dos caballeros de la mesa de la esquina si puedo tomar dos dedos del vino que están bebiendo.

El camarero sin dar muestra alguna de la extraña petición, se acercó a los dos hombres de aspecto pulcro e hizo lo que le pedía.

Los dos hombres, volvieron su mirada hacia aquel individuo de aspecto bohemio y, minutos después, el camarero sirvió dos dedos del vino al hombre que, levantando la copa, les dedicó una sonrisa.

Cuando ambos terminaron la botella, el anciano encargó que les sirviesen otra de la misma añada.

Ambos se quedaron gratamente sorprendidos, pues jamás pensaron que aquel anciano extravagante, pudiera permitirse pagar cerca de mil euros por aquella botella.

Y es que, en la mayoría de las ocasiones, los prejuicios nos ciegan. Y, a veces, basta con respirar hasta el fondo, sonreír y dejarse sorprender.

¡Feliz 2018!

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Desde mi esquina

21 Miércoles Jun 2017

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Desde mi esquina

Etiquetas

escritores, Reflexiones, vida

working-remotely-with-coffee_small

Un sol abrasador entra por las ventanas del salón y se refleja con fuerza en la robusta e impertérrita  mesa de madera que se mantiene a la espera de esas cenas con amigos que la dejan cansada y satisfecha.

El calor me impide pensar. Hoy es un día cualquiera. La brisa de la terraza situada debajo de mi apartamento se me antoja un paraíso alcanzable para librarme de aquello hasta que caiga la noche.

Sentada en mi mesa del rincón, soy consciente de estar experimentando unos de esos días extraños en los que mi cabeza no es capaz de dejar de vagar de un sitio a otro y de hacerse preguntas estúpidas que no conducen a ningún sitio bueno.

Uno de esos días en los que ni tú misma sabes cómo te sientes, en los que te molesta todo y todos, en los que discutes sin razón, en los que hasta el azul del mar te parece molesto.

No soporto mi desgana, podría escribir mil historias observando todo aquel bullicio de la cafetería, pero no me dejo arrullar por este ambiente contagioso. Todos parecen disfrutar y yo me niego, conscientemente, y eso me enfada aún más.

Sentada en una mesa de la esquina observo  todos esos veleros y yates que entran a puerto. Encuentro cierto consuelo, para, al minuto siguiente, acordarme de todos aquellos que protestan escondidos tras sus ordenadores; todos los que se callan por miedo; los mediocres que piden becas copiando textos de internet, mientras que los que están dotados de un cerebro, trabajan de camareros; vienen a mi mente los que retiran sus acciones sin decir nada a los que carecen de información privilegiada, dejándolos sin sus ahorros; me enfada pensar lo desprotegidos que estamos los que no vamos en coche oficial; pienso en todos aquellos que encadenan su vida a su barrio, al no ser capaces de abandonar sus costumbres; pienso en los expertos en el arte de tergiversar y en mi estúpida confianza en el ser humano.

Y, en ese momento, viene a mi mente mi padre, sentado, sonriendo, consciente de la situación, sin protestar, amable, sin derramar jamás una lágrima, uno de los hombre más valientes que conozco, uno de los hombres que no se deja conocer por nadie… excepto por mí. Recuerdo sus guiños cuando mamá da saltitos a escondidas en la cocina en un intento más por abandonar su muleta, sus silencios llenos de significado, recuerdo mis esfuerzos, mi cansancio, mis enfados, mis traiciones, mi lealtad. Y un remolino de pensamientos contradictorios me ahoga. Y vuelvo a pensar que este día, es uno de mis días extraños, de los que acaban haciéndome daño, de los que hay que pasar rápidamente y sin respirar.

Intento centrarme en la brisa marina. Jorge, el hijo del dueño, se acerca con una sonrisa y comenta algo sobre el tiempo. Continuo tecleando estas notas apresuradas, sintiéndome extraña entre todos esos desconocidos que ya conozco. La gente que me rodea parece también estudiarme con disimulo. No me gusta esta sensación, me gustaría pasar inadvertida, pero es algo que no suelo conseguir. Hay algo en mí que me delata. Quizá esta soledad que yo misma he elegido esta tarde.

En realidad, sería más sencillo ser como Carver y sacarle partido a la vida cotidiana sin más e imaginar historias con solo mirar a mi alrededor para poder escribir sobre camareras y camioneros. Sin embargo, hoy me parezco más al huidizo Salinger en busca de un escondite, a la espera de que un día como hoy pase pronto y no se repita con demasiada frecuencia.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Vidas paralelas

05 Domingo Mar 2017

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Vidas paralelas

Etiquetas

Europa, extranjero, Literatura, Reflexiones

Maleta

Observaba, tras aquel ventanal, cómo un manto de lluvia caía sobre transeúntes que corrían a guarecerse bajo los arcos.

Su café aún estaba caliente y, según su costumbre, lo estrechaba entre sus manos, no sólo para calentarse, sino como en un afán desmedido de que aquel momento no se escapase.

Fue ahí, mientras el humo y el olor de la taza acariciaba sus mejillas, cuando se le ocurrió pensar en la de veces que corremos sin saber hacia dónde, persiguiendo algo que no se sabe lo que es y que, tras mucho tiempo, te dabas cuenta de que, casi siempre, estaba delante de tus narices. Era una tontería pensar en lo que vendría después, era estúpido ir tachando cosas de tu lista imaginaria para llegar. No se llegaba, por lo menos, no así.

Sentada en su cafetería favorita, justo en aquel momento, era ridículo pensar en lo que iba a venir o lo que quería alcanzar. Estaba harta de conducir tan rápidamente, en realidad estaba harta de conducir, siempre atada a su móvil, a sus aplicaciones, respondiendo mensajes continuamente como si le fuese la vida en ello.

Se daba cuenta de que todo podía esperar. Excepto momentos como aquellos y, menos, en aquella ciudad donde un día había vivido una vida paralela a la suya. Una de las muchas ciudades donde había ensayado cómo hubiera sido ella en un sitio al que no pertenecía, imaginándose cómo se hubiera desarrollado todo si hubiese nacido allí.

Un sueño de dos años para, como siempre, hacer las maletas. Ese momento tan difícil, un momento más lleno de decisiones que ningún otro. Hacer y deshacer las maletas implicaba un sinfín de decisiones, miles de previsiones futuras. Odiaba hacer y deshacer maletas, tanto para marcharse, como para llegar y, sin embargo, había sido una constante en su vida.

Siempre persiguiendo aquel espejo paralelo, su otro yo en otra vida, en otro país, en otros brazos, en otra historia, sólo por saber, por curiosidad, por mirar qué había en su otra vida paralela, persiguiendo tachar vidas de su lista, para terminar haciendo las maletas, porque, en el fondo, sabía que su vida se encontraba en aquellos momentos felices tras un ventanal con una taza de café caliente entre sus manos. Y eso, lo tenía en cualquier cafetería, en cualquier barrio de cualquier lugar del mundo. También en el suyo propio. Aunque para entenderlo, hay que tener las maletas bien llenas de vidas paralelas.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Después de la tempestad

06 Lunes Feb 2017

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones

≈ 4 comentarios

Etiquetas

Literatura, pensamientos, Reflexiones, relatos

Soledad

Estoy sentada en la mesa de madera frente a mi ventana. Veo cómo el océano se torna de un gris oscuro que anuncia tormenta. Me duele todo el cuerpo. No ha sido un día fácil y regresar a casa tampoco lo es.

Me voy a la nevera, la luz blanca me da en los ojos como un faro en mitad de la niebla, saco una lata de cerveza fría. La miro y me pregunto por qué tengo las cervezas en la nevera con el frío que hace en la calle. Enciendo la calefacción. Mi mente deja de pensar en la temperatura de la lata que tengo en las manos para regresar al dolor del pasado, invisible para el mundo, pero supurando lentamente en imágenes de lo ocurrido que se incrustan en mi mente cuando menos las espero.

La ayuda ha desaparecido sin previo aviso y un manto negro de silencio me rodea. A veces, el dolor remite, pero vuelve con fuerza en los momentos más insospechados. La tormenta ha pasado y me han dejado sola. La calma es peor que cuando luchaba contra olas de siete metros.

Me siento frente al ordenador y abro Facebook, una de las aplicaciones más absurdas y aburridas que conozco, ideal para días en los que no quieres pensar en nada serio o para personas que no quieren involucrarse en nada, sino sólo dar una imagen de sí mismas que les permita conciliar el sueño.

Observo como muchos de mis contactos pinchan enloquecidos que ayudemos a los refugiados y a los que sufren enfermedades. Vuelvo la mirada hacia mi móvil, justo encima de mi mesa. Hace días que no suena, la tormenta ha pasado, o por lo menos, eso creen ellos, o no.

Toda mi vida he sabido que los cobardes huyen en cuanto pueden. Sin embargo, sé que saben que cuando las olas te han destrozado el barco, cuando tienes el cuerpo lleno de arañazos de las maderas que has arrancado con tus propias manos para no ahogarte, o cuando los troncos inertes a los que te has agarrado, cuando tus heridas aún son muy dolorosas, de un dolor casi insoportable, no es el momento de desaparecer.

Soy consciente de que es más fácil hacer click en tu teclado desde la comodidad de tu casa a favor de los refugiados, que ayudar a las personas que tienes cerca. Hay poca gente dispuesta a oír que, después de las tormentas, sobreviene una calma tan solitaria, que es prácticamente insoportable. También huyen conscientes de que, cualquier día, el mar entrará oscuro y negro en su salón, por mucho que se empeñen en cerrarle las puertas.

Mis pensamientos sobre el ser humano amenazan con desestabilizar mi fe en las personas cercanas, ésas con las que cuentas, en tu ingenuidad, y que, al final, se refugian en su torre, rodeados de costumbres inútiles que los aferran a una periodicidad segura, de horarios apretados, hundidos en una soledad virtual pintada de colores por amigos inexistentes, seguros de que ésos no van a llamar a su puerta.

Bebo un sorbo de cerveza, aún demasiado fría, mientras contemplo cómo se irritan en Facebook por gente a la que no conocen, leo sus comentarios enfurecidos, escandalizados, pidiendo ayuda al que lo necesita. Piden ayuda al que lo  necesita siempre que sea alguien anónimo, que esté lejos, que no les importe nada.

No puedo evitar sonreír pensando que, si un refugiado llamase a su puerta, todos los que hacen click en su defensa, no la abrirían. Lo sé, porque, sino, no habría tanta gente hundida en la angustiosa calma que dejan tras de sí las tormentas.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

El mago de la tristeza

11 Viernes Nov 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 11 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

hotel-chelsea

El mundo es feo, sólo que hay personas que lo embellecen casi sin darse cuenta.

Aprietan toda esa fealdad entre sus labios y la sueltan en forma de belleza para sorprendernos.

Convierten lo imposible en poesía, la tristeza y desesperación en versos, la desolación en canciones que se nos quedan grabadas en la mente sin pretenderlo.

Saben rodearse de esa serenidad que sólo enseña el tiempo.

Han vivido muchas más vidas más que el resto de nosotros.

Nos hablan sobre la tristeza del mundo, sobre todo lo que nos rodea, aquello que, en nuestra cotidiana estupidez, nos negamos a ver.

Ellos saben que el mundo es feo, por eso lo reciclan con sus poemas, con sus canciones, y nos regalan esos espacios iluminados de calidez.

Narran sus vidas repletas de oscuras imágenes de las que ellos se ríen porque saben transformar la fealdad en belleza.

Están preparados porque han vivido sombrías tristezas y saben cómo sentir la belleza.

Suelen ser ellos los que antes nos abandonan dejándonos rodeados de toda la fealdad que nos ofrece el mundo.

Y, ahora, todo se torna algo más feo, otra vez.

Me pregunto si sabremos vivir sin ellos…

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Europa y sus cafés

06 Domingo Nov 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 4 comentarios

Etiquetas

Europa, pensamientos, Reflexiones

europa-cafe

La uniformidad siempre me ha producido un miedo devorador. La hipocresía o el conformismo también.

Los cafés son lugares para citas, conspiraciones, son clubs cuya función es desarrollar el espíritu.

Por los cafés discurren un sinfín de personas. Son sitios con historia de la que han sido testigos. Por ellos, han pasado grandes pensadores, que se reunían alrededor de esas mesas de mármol y de esas interminables charlas de las que surgían ideas, libros, teorías, conspiraciones y guerras.

Es un espectáculo tentador observar a todo el que entra en unos de estos cafés e imaginar quién es o dudar si aún es posible que en Europa surjan ideas, charlas como las que se daban antes.

Hace tiempo que todo el sistema se mueve en círculos, no sólo en Europa. Hace tiempo que somos más que benévolos con las adicciones al poder.

A medida que se conoce Europa, mientras recorres sus calles, cuando entras en sus cafés, te das cuenta de que las diferencias son, en realidad, nexos entre sus pueblos. Uniones que hay que saber interpretar, pequeñas pistas que nos hablan de un pasado común que nos empeñamos en borrar.

Y estos nexos se van diluyendo para ceder el paso a un todo uniforme. La uniformidad es pavorosa cuando nos iguala, si no permite diversidad de ideas. Se convierte así en un monstruo que lima las diferencias, lo diferente, lo que es nuevo y aún no tiene público, lo que no se entiende, porque aún no se conoce, esto da como resultado que todos formemos parte de la tediosa globalización. Es la muerte de un interesante mosaico de contrastes.

La cultura común europea cargada de mezclas, conexiones y resentimientos sigue viajando con nosotros y es aceptable porque forma parte de nuestro pasado.

Esa es una de las razones por las que en Europa las calles tienen nombres para recordarte la historia y para obligarte a recordar el pasado. En Estados Unidos, por el contrario, las calles tienen números y su pueblo suele mirar hacia el futuro.

Sin sus cafés, Europa muere y pierde su propia esencia. Las tertulias, el intercambio de pensamientos, las grandes ideas morirán también. Están en ello, por eso nos regalan aparatos. De esta manera, Europa y su sociedad se autodestruirán. De hecho, ya lo están haciendo desde hace tiempo y con bastante éxito.

Los cafés son necesarios como puntos de reunión para pensadores, poetas, e intelectuales.

Como también lo es, la diversidad lingüística que tiene que existir, pues la muerte de una lengua es irreparable.

Leer muchos mundos nos proporciona los elementos necesarios para ser capaces de encontrar sus nexos. Esta capacidad de “lectura” solo se adquiere si se cultiva el espíritu, lo cual no es asunto de élites.

Europa y sus cafés, donde se servía de todo y a todos, han tallado canteras de escritores, músicos, pensadores y romances. Han escondido a perseguidos, han preservado lo que se prohibía en algunas de sus ocultas puertas, han  dejado que se siguiera tocando música, que llegó a estar vetada, como el jazz en Bruselas. Han sido escondrijos de lo prohibido.

Las tertulias recorrían infinidad de caminos, algunos tan peligrosos que tumbaban gobiernos o movían ejércitos; Otros abrían nuevas posibilidades al pensamiento y, la mayoría de las veces, servían para cultivar lo que nos hace más humanos: las relaciones sociales.

¿Merece aún la pena recorrer estos caminos? ¿Hemos llegado a un punto muerto en el que todo irá irremisiblemente cuesta abajo? ¿Seguiremos presenciando cómo los andenes de las estaciones de trenes se llenan de zombis solitarios que se aferran a relaciones virtuales inexistentes? ¿Seguiremos como ganado la cultura del mercado de masas?

Crear es un acto desinteresado, una forma de dar, mediante el que regalas parte de ti. Crear ideas o crear belleza profundiza en lo superficial y nos aleja de lo vulgar, que nos deja vacíos, cansados, divididos y confusos.

Acudamos a los cafés, cultivemos las diferencia, retomemos el camino hacia el pensamiento y abandonemos esa tediosa nebulosa de uniformidad globalizadora.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Los cobardes

15 Lunes Ago 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Los cobardes

Etiquetas

crítica, Reflexiones

monos-sabios

Si los ves, diles que he estado aquí, que vivo aquí.

Y aquí llueve.

¿Has visto llover alguna vez?

¿Sabes leer las gotas de agua?

¿Te produce miedo y te ocultas tras los cristales, o sales para que el agua te rocíe la cara?

¿De qué modo ves llover?

¿Eres de los que llamas para hablar del tiempo o sabes escuchar?

¿Te ocultas tras tus ventanales, aunque eres consciente de que a ti también te va a llover?

Yo salgo a mojarme el rostro, a veces muerta de miedo, y otras, orgullosa de no ser de los que se oculta, intentando obviar la certeza de que, quiera o no, un día, me voy a mojar.

Todos nos vamos a mojar.

Por eso, en mi mundo, no existen opciones y los que están conmigo, están todos empapados.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Estado condicional

10 Miércoles Ago 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Estado condicional

Etiquetas

Reflexiones

Woman thinking

La maldita condición, si hubiera, si no fuera, si pudiera, si todo no se hubiese desarrollado así, si no hubiese escogido ese camino en aquel momento, si en ese segundo no se hubiera cruzado en mi camino aquello o aquél, si no hubiese tomado esa decisión, si lo hubiese visto antes, si no lo hubiera permitido aún sabiéndolo, si las circunstancias hubiesen sido otras…

Odiosas palabras las que se expresan en condicional, la maldita condición, malditas condiciones, cuyos oxidados hierros nos mantienen encerrados sin dejarnos avanzar más que a patosos trompicones y estúpidos errores propios de nuestra naturaleza.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Tu perspectiva del mundo

05 Viernes Ago 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 6 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

Sea

Una misma copa de vino sabe distinto según el sitio en que la tomes, las emociones que sientas o las circunstancias en las que te encuentres.

No es suficiente con comunicarse de forma coherente, razonable o con exponer ideas brillantes.

La aceptación de tu forma de vivir, de tus charlas o escritos siempre se halla supeditada a quien recibe el mensaje.

Los receptores te interpretarán de formas muy diversas, que dependerán de factores tales como, el prisma de sus emociones, sus prejuicios, sus ideas preconcebidas o de sus creencias determinadas. No existe un receptor objetivo, al tiempo que no existe un mensaje objetivo.

Aunque todos nos hallamos bajo unas circunstancias parecidas, mientras unos piensan que la vida es un juego, otros la encuentran aburrida, algunos arriesgada, están los que piensan que es una aventura, otros creen que es una fiesta y algunos, te dirán que carece de sentido.

La manera en que vivimos, hablamos o escribimos debe nacer desde la creación, el riesgo, el entusiasmo, la libertad, la individualidad y la originalidad, no desde el conformismo.

No podemos vivir o expresarnos intentando adaptarnos a un pensamiento que nos es ajeno. La fidelidad debe ser hacia nosotros mismos. Las audiencias o las personas que nos entiendan, serán entonces, limitadas.

El crear un proyecto individual se basa en elegir aquellos elementos, actividades o personas que encajen más con nosotros, o en que ellos nos elijan.

El mensaje sólo llega al receptor si se identifica con tu modo de ver el mundo, es decir, si siente empatía con lo que dices o haces.

Todos nosotros estamos buscando la mejor manera de resolver un problema o satisfacer un deseo. Y por ello, buscamos sin cesar, nos lanzamos a curiosear en las vidas ajenas o a leer lo que piensan otros porque tenemos hambre de encontrar piezas que aún sentimos vacías.

Todo el mundo tiene su audiencia. El problema es que ni ella ni tú, podéis llamaros por teléfono, quedar y conoceros.

Por este motivo, seguimos viviendo, hablando y escribiendo, por nuestras ansias de lanzar mensajes para ser encontrados y entendidos.

Y navegamos, presos de esa acuciante sospecha de no ser jamás localizados, o de serlo cuando sea demasiado tarde, mientras continuamos con nuestra búsqueda.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Mi isla

28 Jueves Jul 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 3 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

Isla

Afrontar esta locura global no es fácil sin tu espacio privado.

Tu isla es un lugar donde te cobijas de todas las bombas de furia y miseria que nos acechan a diario en cada esquina.

La pérdida de confianza en tu privacidad es un golpe rápido y certero. Algo que, a mí, me resulta insoportable.

Si ocurriera, sería el principio del fin, ya que por mucho que viajes o por mucha gente que conozcas, hay siempre un lugar de descanso del que formas parte tú y esas escasas personas de confianza que te entienden sin que expliques y que forman parte de esa maleta de la que jamás te puedes deshacer.

Hay gente que llena su isla de gente vacía, sólo por llenarla con muchos.

Esos son los que están solos. Sin embargo, son necesarios, porque mantienen el equilibrio del universo.

Estas personas, en realidad, nos complementan. Son oscuros, nacen del odio, el rencor, la baja autoestima, de problemas personales o de la envidia. Y se rodean de gente también vacía para obviar que no son queridos por quienes son.

De todos modos, son necesarios, porque al juntarse entre ellos construyen sus islas compuestas de mentiras consentidas donde la verdad es sólo algo de lo que huyen.

Resulta muy distinto que te fastidie un tonto, pues no entenderá tu respuesta. Esta falta de compresión, no me afecta de forma excesiva. Es comparable a establecer un combate de esgrima con quien no porta sable. Es un duelo insulso e inútil.

Por el contrario, si el combate se mantiene contra un contrincante inteligente, la batalla se convertirá en laboriosa y entretenida a partes iguales. Y tus respuestas, formarán parte de un diálogo en el que se abrazarán diferentes puntos de vista.

A los tontos no les contestas, y a los inteligentes, aunque son más difíciles de rebatir, sin duda, son mucho más divertidos, por eso mi isla, definitivamente, es muy divertida.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Entre viñedos

10 Domingo Jul 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Entre viñedos

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

Grapes

Sopla el viento entre los viñedos.

Espero ansiosa esa cena entre amigos.

Cada opinión de la mañana mudará, desatada en conversaciones, cuando se ponga el sol.

Entre viñedos.

La espera de cosecha anuncia una buena racha de buena salud, prosperidad, abundancia, riqueza, felices perspectivas un porvenir mejor.

Espero entre viñedos a que el vino lave mi alma de inquietudes.

Miro el paisaje como posible borrador de una escena que se desarrollará en esa conversación alzando nuestras copas de vino.

Resuena en mis oídos lo que dijeron otros hace miles de páginas y que ahora me relee el viento sur.

Dejaré un hueco a mi lado, en la mesa, por si alguien me contesta desde esas extrañas brechas que, en muchas ocasiones, abre el vino.

Necesito una respuesta, una respuesta de aquellas, de viñedos entre amigos.

Me expondré a la perspectiva, a cualquier perspectiva, a una distinta. Sólo escucharé para retomar aire. Hoy no hay sitio para más.

Sólo quiero cenar entre viñedos, entre promesas de sueños.

En una de esas cenas con un testigo minúsculo, una copa de vino, cuya desproporción está en la altura de su vértigo.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...
← Entradas anteriores

Entradas recientes

  • El cartel
  • Después de la tempestad
  • Crimen y castigo
  • La intrusa
  • El mitin
  • Encuentros en la Tercera Fase
  • Las cuadrículas
  • Mi vecina y su estado de alarma
  • Premonición
  • ¿Truco o trato?

Archivos

  • julio 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • octubre 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • septiembre 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • diciembre 2016
  • noviembre 2016
  • septiembre 2016
  • agosto 2016
  • julio 2016
  • junio 2016
  • mayo 2016
  • abril 2016
  • marzo 2016
  • febrero 2016
  • septiembre 2015
  • agosto 2015
  • julio 2015
  • junio 2015
  • mayo 2015
  • abril 2015
  • marzo 2015
  • febrero 2015
  • enero 2015
  • diciembre 2014
  • noviembre 2014
  • septiembre 2014
  • agosto 2014
  • julio 2014
  • junio 2014
  • mayo 2014
  • abril 2014
  • marzo 2014
  • febrero 2014
  • enero 2014
  • diciembre 2013
  • noviembre 2013
  • octubre 2013
  • septiembre 2013
  • agosto 2013
  • julio 2013
  • junio 2013

Categorías

  • Educación
  • Ensayos
  • Fotografía
  • Humor
  • Literatura
  • poesía
  • Política
  • Reflexiones
  • relatos
  • Sin categoría
  • Traducción
  • Uncategorized
  • Vida

Alemania Berlín blog Bruselas Budapest Cine crítica Debería economía educación English escritores Estocolmo Estrasburgo Europa extranjero Fotografía Galicia Hannover hipocondría historias humor ideas Idiomas Literatura Londres Luxemburgo Munich música Oporto Parlamento Europeo París pensamientos Plymouth poesía Política recuerdos Reflexiones Reino Unido relatos Salamanca Suecia Suiza traducción Universidad USA vida Zúrich

Introduce tu dirección de correo electrónico para seguir este Blog y recibir las notificaciones de las nuevas publicaciones en tu buzón de correo electrónico.

  • RSS - Entradas
  • RSS - Comentarios
Follow Livia de Andrés on WordPress.com

Entradas y Páginas Populares

El cartel
Después de la tempestad
Crimen y castigo
La intrusa
El mitin
Encuentros en la Tercera Fase
Las cuadrículas
Mi vecina y su estado de alarma
Premonición
SERVICIOS

Comentarios recientes

leo f. brady en Las cuadrículas
Livia de Andrés en Después de la tempestad
Borgeano en Después de la tempestad
Livia de Andrés en Crimen y castigo
drlopezvega en Crimen y castigo
Livia de Andrés en Mi vecina y su estado de …
Marcelino Valero Alc… en Mi vecina y su estado de …
Livia de Andrés en La intrusa
Livia de Andrés en Mi vecina y su estado de …
drlopezvega en La intrusa
Marcelino Valero Alc… en El mitin
Marcelino Valero Alc… en Mi vecina y su estado de …
Livia de Andrés en La intrusa
drlopezvega en La intrusa
Livia de Andrés en El mitin

Comentarios recientes

leo f. brady en Las cuadrículas
Livia de Andrés en Después de la tempestad
Borgeano en Después de la tempestad
Livia de Andrés en Crimen y castigo
drlopezvega en Crimen y castigo
Livia de Andrés en Mi vecina y su estado de …
Marcelino Valero Alc… en Mi vecina y su estado de …
Livia de Andrés en La intrusa
Livia de Andrés en Mi vecina y su estado de …
drlopezvega en La intrusa
Marcelino Valero Alc… en El mitin
Marcelino Valero Alc… en Mi vecina y su estado de …
Livia de Andrés en La intrusa
drlopezvega en La intrusa
Livia de Andrés en El mitin

Creative Commons Licence

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Cancelar

Debe estar conectado para enviar un comentario.

Cargando comentarios...
Comentario
    ×
    loading Cancelar
    La entrada no fue enviada. ¡Comprueba tus direcciones de correo electrónico!
    Error en la comprobación del correo electrónico. Por favor, vuelve a intentarlo
    Lo sentimos, tu blog no puede compartir entradas por correo electrónico.
    Privacidad & Cookies: este sitio usa cookies. Al continuar usando este sitio, estás de acuerdo con su uso. Para saber más, incluyendo como controlar las cookies, mira aquí: Política de Cookies.
    A %d blogueros les gusta esto: