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Estoy empezando a preguntarme si los satélites apuntan también hacia esta esquina del mapa, porque cada vez que me asomo a la ventana cada mañana en busca de la anunciada ola de calor africano, me encuentro con unos dieciocho o diecisiete graditos, niebla al amanecer y al mediodía se despeja. Vamos, lo de toda la vida.
Eso sí, estoy segura de que va a cambiar porque, por aquí, la primavera suele traer temperaturas bastante agradables e incluso calor, aunque siempre ha habido excepciones. Por aquí nunca se sabe lo que se puede esperar, por eso no esperamos, simplemente dejamos que ocurra.
Aunque para ser totalmente sincera, va por ciclos, como siempre ha ido. Recuerdo veranos malos, en los que llovía, eran ciclos que duraban unos dos o tres años o lo contrario. Temperaturas demasiado altas en meses en los que no tocaba y en los que tocaba, sucedía al revés. Lo llamábamos ciclos y está en mis recuerdos y gráficamente plasmado en mis fotos con fecha y todo.
Ahora, tampoco se quieren mencionar las fechas, casi no se puede hablar de nada, es una censura muy agobiante. Por tanto, la frase correcta es: «Desde que hay registros» así no te pillas los dedos porque si te preguntan algo concreto sobre el tiempo, tú contestas que no estaba en los registros y ya está ¿Quién va a saber a qué registros se refieren o dónde están los registros?
Cuando era muy pequeña, nos decían que no comprásemos ninguna propiedad cerca de la playa porque el litoral iba a ser absorbido por el mar varios centímetros e íbamos a terminar por tener centollas a la puerta del chalet.
Debo informaros de que, de momento, eso va bien, lo del agua, ya que no ha llegado a la puerta de ninguna casa. Eso sí, el pavor a que el nivel del mar subiese por estas costas ha permitido que muchos de los que anunciaban este desastre tengan casa al borde del mar.
Lo de las centollas no va tan bien, el marisco está desapareciendo, la pesca se hunde y este sector está cada vez más arruinado. Era algo que estaba programado y muy bien firmado para deshacerse de uno de los sectores más productivos de España y, ya puestos, han ido también a por la agricultura.
Yo, a pesar de tener mis sandalias preparadas para el aire africano y las temperaturas extremas, no hago más que salir de chaqueta.
Esa ola de calor que va a derretir Galicia y que ya está afectando a muchas otras partes de España, como ha pasado muchos años atrás, según recuerdo, no acaba de aparecer. Sin embargo, tienen al personal muy preocupado mirando al cielo e incluso cariacontecido diciendo que si las cosas siguen así, no sé que vamos a hacer.
Es el cambio climático, el cambio «climatológico», hasta las tormentas han perdido su nombre para denominarse «Ciclogénesis explosivas». Y es que es una vulgaridad eso de decir «tormenta». Lo otro suena a como si el cielo se te fuese a caer encima de la cabeza y mientras todos observan las nubes y los alarmantes colorines de los programas del tiempo, no miran hacia otros lados y no se enteran de nada.
«El tiempo anda loco», decían nuestros mayores, ahora hay que decir: «No se recuerda algo así desde que hay registros».
Ahora la gente se cae redonda al suelo en Santander, en pleno Paseo de La Concha, con dieciocho grados de temperatura y te dicen que ha sido un golpe de calor. De calor no creo, pero un golpe, seguro, lo que nunca explican es a qué se debe el golpe. Antes te decían «Ha sufrido un ataque al corazón» o » Le han golpeado en el cráneo con un hacha y no lo ha podido superar». Ahora se trata de golpes de calor. Es terrorífico.
Menos mal que lo de los registros, es sólo para jugar al despiste. Debe de ser que no han registrado nada hasta el año 2020 en que han empezado a registrar y por eso, todo data de ayer. Esto no se ha visto desde que hay registros, hasta que preguntan a alguien con suficientes años y los contradice: «Hombre yo recuerdo un invierno en Coristanco en el que se caían los pájaros de calor, también aquella vez que nevó en La Coruña…» Esto lo cortan y vuelven a lo de los registros, que, al fin y al cabo, impresiona más.
En cuanto el asunto se recrudezca y de verdad lleguen las altas temperaturas, ya podrán seguir quemando los montes para poner esos espantosos monstruos de hierro en forma de molinillo. Nada más ecológico que las aspas cargándose a todos los pájaros que vuelan cerca de ellos pero, por cada molinillo que mata nuestra precioso paisaje y no digo sólo aquí en Galicia, sino en toda España, se gana una pasta aunque se destroce la riqueza más preciada que tiene nuestro país, el campo. Un plan muy ecológico.
Lo que sí puedo afirmar sin temor a equivocarme es que no recuerdo tantas estructuras eólicas destruyendo la naturaleza desde que hay registros.