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Livia de Andrés

Archivos de etiqueta: crítica

Crimen y castigo

02 Jueves Jul 2020

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor, relatos, Vida

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crítica, historias, humor, relatos, vida

Imposible cenar contigo si no fotografiabas el plato que ibas a comer.

Un recuerdo de nuestra cena, pensaba yo entonces… hasta que lo ponías en Facebook.

Tristes eran los postres cuando observabas desolado que tenías un solitario “me gusta”. No se puede vivir para los “me gustas” de Facebook. Suele convertirse en algo trágico.

Sin embargo, los bogavantes te salían de unos colores fantásticos, he de reconocerlo. Claro que no podía ser de otra manera, porque si no te habías comprado el último iPhone que estaba a la venta no te atrevías a sacarlo del bolsillo. A ver si el camarero iba a pensar que no te lo podías permitir.

Cuando me decías que habías adelgazado unos treinta kilos porque habías pagado uno de los mejores hoteles expertos en adelgazamiento, de esos que preparan tu cuerpo con comidas regulares, paseos a ciertas horas y tiempo para la meditación, la verdad es que no mentías del todo. Me han dicho que la cárcel donde estuviste, tenía estas prestaciones.

Desde luego, a ti te había dado un aspecto bastante mejor. El que te hubiesen prohibido el alcohol y no te dejaran tomar hamburguesas a altas horas de la noche mientras veías, embelesado, películas de matones y mafiosos, a los que emulabas por las mañanas inventando alguna estafa por Internet… ¿Cómo llamabas tú a eso…? !Ah, sí, ya recuerdo! Ser empresario. En cierta manera tenías razón, creo que Vito Corleone tenía negocios parecidos y Tony Soprano también, sólo que él era mucho más simpático.

Siento haberte cortado el grifo de “emprendedor”, es todo un desperdicio, lo sé. Pero me enfadaba que dejases a tantas familias en la calle con tus estafas y cuando me enteré… En fin, siempre he sido mala para los “negocios”, hasta tú me lo decías.

Ahora con los treinta kilos otra vez a cuestas, y la poli pisándote los talones, se ha vuelto más difícil lo de los viajes, el champán y los spas.

Tu error fue pensar que las rubias éramos todas tontas.

Ahora el bogavante me lo voy a tomar yo, pero no voy a sacarle fotos, no vaya a ser que no me pongan un “me gusta” en Facebook y pase mala tarde.

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El mitin

22 Lunes Jun 2020

Posted by Livia de Andrés in Humor, Política, Reflexiones, Vida

≈ 5 comentarios

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crítica, humor, Política, Reflexiones, vida

Ayer presencié como un periodista, que se había desplazado desde la capital para cubrir un mitin político celebrado en Galicia, era fustigado por el tortuoso carácter gallego.

El pobre desdichado, gran periodista y muy valiente, se acercaba al público allí reunido, durante los momentos previos al mitin, preguntando a los presentes en el recinto, gratamente camuflados por sus mascarillas, sobre su intención de voto ¡Pero hombre de Dios! ¡Eso en Galicia es un suicidio! ¡No sabes a qué te expones! Eso es información clasificada, no la tiene ni Tezanos.

¿Cómo se te ocurre preguntar a un gallego qué va a votar? En esta tierra no te dicen ni la hora porque creen que tiene consecuencias.

El periodista, en su ingenuidad, se empeñaba en conseguir una respuesta que jamás iba a llegar. Venía con la mente de Madrid, abierta, dónde la gente te responde. Allí, te vas a cubrir un mitin y preguntas directamente. Aquí, era como ver a alguien dar vueltas al mismo árbol, al principio lo coges con fuerza pero, después de una hora, empiezas a pensar por qué has tenido que ir al bosque. Y es que cuanto más se esforzaba en darle ritmo a su entrevista y más le insistía al cámara que lo siguiese entre las filas de asientos de los probables votantes, que allí se encontraban, porque simpatizaban con su color político, más dificultades encontraba en hallar respuestas.

Aunque les hubiese preguntado por el número de zapato que calzaban pistola en mano, no lo hubiese logrado.

En Galicia, si te pierdes y preguntas si giras a la derecha o la izquierda, te vas a encontrar con otra pregunta del tipo: “¿Y usted por qué lo quiere saber?” Es inútil. Lo más práctico es que te lances hacia un lado o hacia el otro y reces para no terminar al borde de un acantilado o dando vueltas a la misma roseta.

Ir a un mitin y preguntar la intención de voto en Galicia es un suicidio, pero el periodista no terminaba de pillarlo, aunque los signos del público eran claros, sólo que hay que saber traducir las señales que emiten los gallegos, como las de tráfico: “Gire aquí y ya veremos donde acaba”. Hasta la señal es todo un misterio.

Ya no digamos tener la osadía de acercarte a alguien antes de un acto de este tipo, sentado en su butaca, pertrechado con una mascarilla e incluso con gafas en un recinto cerrado, a la espera de que salga su líder político. Cuando te diriges al sujeto en cuestión, que inclina su cuerpo hacia una pared vacía para dejar de mirar al escenario, es que no te va a contestar. No es que no te vaya a contestar a: “¿Tú a qué partido votas?” Es que no te va a soltar ni lo que comió ese día, no vaya ser que saques conclusiones.

Ya lo he mencionado muchas veces, en Galicia, todo depende y también he dicho que por mucho que tortures a un gallego, aunque vengan los mismísmos nazis, como le pasó a Manolo, no vas a obtener respuesta.

  • ¿Qué va a votar usted, señor?
  • Ay, pues no sé, a ver, ya se verá…
  • Pero usted ha venido a este mitin del partido X, por algo será ¿está interesado…?
  • Venir vine… ¿y usted quién es?
  • Soy X periodista de X medio y quería saber su opinión sobre cómo están las cosas en Galicia. Algo opinará…
  • Ay, sí, sí opiniones tengo muchas… ¿Y usted quien viene siendo?
  • Bueno, ¿sabe usted si aquí cerca hay alguna cafetería para tomar algo?
  • Haber habrá…supongo. Yo no le sé decir…

Los gallegos están muy entrenados, entrenados de tal modo que, aunque los tortures, no les sacas nada. Interpreta y vete. Si están en un acto político para escuchar a alguien, es que, probablemente lo van a votar. Lo mejor es que escribas… “Ayer, en Galicia hubo gran afluencia de público en el mitin de X” y el resto, te lo inventas. Si hoy en día eso de contrastar la información es algo “osoleto”, que diría un paisano mío. Tú dices, hoy han muerto X personas de Covid 19 y si resulta que aparecen más, sonríes y dices que hubo un accidente de tráfico que se llevó por delante a 15.000, aunque no haya coches en las carreteras. Pero si no pasa nada, hombre, tú escribe algo y ya está, pero no vengas por aquí poniendo a la gente en aprietos sobre lo que van a votar.

Por cierto, dicen por ahí, que nuestro frustrado periodista y el cámara que lo acompañaba, siguen dando vueltas a una roseta de la provincia de Pontevedra. Se van a quedar unos días, hasta que se recuperen. Ambos opinan que aún no saben cómo escribir el artículo sobre el mitin, pero que hace más fresquito que en Madrid. Y es que, quieras o no, Galicia engancha.

 

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Las cuadrículas

01 Viernes May 2020

Posted by Livia de Andrés in Humor, Política, Reflexiones, Vida

≈ 1 comentario

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crítica, humor, Reflexiones, vida

oooooooooooooooo

Puede que esté perdiendo la cabeza por el cúmulo de sandeces que llevo escuchando día tras día, pero creo haber entendido que van a marcar las playas con cuadrículas para mayor seguridad de los arrojados que vayan cuando volvamos a “la nueva normalidad”. Aquí me pierdo, si es nueva ¿cómo puede se puede volver? Lo dejo ahí.

Van a “encerrar” a la gente que vaya a la playa dentro de una marca cuadrada de arena para después obligarlos a caminar en fila por un pasillo dibujado en la arena que los conducirá hasta el mar.

Qué bonito, de verdad, qué bonito. El calor, las filas, los cuadraditos que nadie va a desdibujar.

¿Y al llegar al mar? ¿Cómo se supone que deben comportarse los presos de esos barrotes invisibles? Quizá en el agua marquen su territorio rodeándose de pececillos, o con algas, qué idea tan magnífica aunque, personalmente, optaría por defenderme de la jauría de bañistas hambrientos de sol, sal y mar con un cangrejo o mejor, centolla en mano, que impresiona más.

Y a la salida sin que nadie haya osado tocarte o salpicarte o escupirte, lo cual es muy común mientras intentas nadar, te pones en fila en el pasillo de arena asignado para tales fines y regresas a tu cuadrado de arena.

Qué gozada debe de ser eso, qué relax para el cuerpo y para el espíritu. Los barrotes serán imaginarios, ningún niño se atreverá a saltarse la marca de arena, no habrá disputas por obtener uno de los cuadraditos en las que, seguro, te escupirá alguien, porque cuando te acaloras, ya se sabe, ¿o quizá será mejor tomar el sol con mascarilla? Qué marca tan bonita en la cara, sobre todo qué original y qué relajados van a estar: Cuadrados en la arena, pasillos hasta el mar y, una vez en el agua, vuelta a la lucha para defender tu territorio.

En fin, lo que sí aconsejo es que no suelten la centolla, por si acaso.

 

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Un chef con estrella

25 Martes Jul 2017

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor

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crítica, humor, vida

Michelin

Las estrellas Michelin son el reconocimiento más deseado por los cocineros del mundo.

Es un excelente cocinero, trabaja mucho, todo lo que pasa por sus manos se convierte en mágico, además de ser todo un líder para su equipo.

Hoy me encuentro en uno de esos atardeceres de verano que se recuerdan en las frías noches de invierno.

Entramos en su casa. Su cocina es espectacular. No sólo a él le apetece cocinar ahí, a mí también. Se da cuenta por mi mirada de lo que siento al estar allí.

Me invita a coger dos copas situadas en un estante de madera, mientras las vistas de la cocina abierta a la terraza nos traen un intenso olor a mar.

El atardecer añade, si cabe, más belleza al momento. La última pizca de calor se nos escapa de las manos.

Descorchamos una botella de vino. Miro cómo sirve algo en ambas copas mientras sonríe.

Me da igual que cocine algo poco habitual. Comeré cualquier creación suya sin rechistar, por muy extravagante que me parezca. Sólo quiero disfrutar del atardecer entre ollas de lujo.

Me mira y me guiña un ojo, mientras pregunta:

  • ¿Hacemos huevos fritos con patatas para variar un poco?

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Los cobardes

15 Lunes Ago 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

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crítica, Reflexiones

monos-sabios

Si los ves, diles que he estado aquí, que vivo aquí.

Y aquí llueve.

¿Has visto llover alguna vez?

¿Sabes leer las gotas de agua?

¿Te produce miedo y te ocultas tras los cristales, o sales para que el agua te rocíe la cara?

¿De qué modo ves llover?

¿Eres de los que llamas para hablar del tiempo o sabes escuchar?

¿Te ocultas tras tus ventanales, aunque eres consciente de que a ti también te va a llover?

Yo salgo a mojarme el rostro, a veces muerta de miedo, y otras, orgullosa de no ser de los que se oculta, intentando obviar la certeza de que, quiera o no, un día, me voy a mojar.

Todos nos vamos a mojar.

Por eso, en mi mundo, no existen opciones y los que están conmigo, están todos empapados.

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Uno de tantos

31 Domingo Jul 2016

Posted by Livia de Andrés in relatos

≈ Comentarios desactivados en Uno de tantos

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crítica, historias, relatos

Justicia 2

¡Debiste ceñirte a la primera versión!

¿Por qué dejaste que ese médico escribiera ese informe sobre tu mierda de dedo? ¡Eres una estúpida!

Si no hubieras ido a verlo, ni hablado por un dedo roto, tu mierda de dedo…

El juez, lo absolvió, basándose en que había sido tan solo una pelea. Ni siquiera influyó en él, ni en la fiscal o demás mujeres de la sala que ella apenas pudiera tenerse en pie después de su operación.

Supongo que todos ellos saldrán a la calle con algún lacito en cuanto la maten.

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Dos turistas ignorantes

26 Domingo Jul 2015

Posted by Livia de Andrés in Humor, Sin categoría, Vida

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crítica, humor, vida

Dos turistas ignorantes

En cuanto los vi en el aeropuerto me di cuenta del error que habíamos cometido al invitarlos.

Él llegó borracho y ella enfadada.

Mike había preparado un viaje sorpresa a su mujer porque su matrimonio hacia aguas y mares desde hacía mucho tiempo. Y, realmente, el viaje resultó toda una sorpresa, sobre todo para él por el tremendo enfado de ella, que hubiese preferido gastar doscientos euros en un “todo incluido” hacia alguna playa llena de sol, donde se puede beber sin necesidad de sacar la cartera.

El índice alcohólico de él, se debía a dos motivos: el primero, que era una costumbre nacional; la segunda, le ayudaba a soportar el cabreo de su mujer.

Aún después de un mes, nunca he sabido en qué idioma se dirigió él a mí durante todo el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel que les habíamos reservado para la celebración de su aniversario. Domino varios idiomas y he hablado con mucha gente que había contado mal las copas que había ingerido, pero aquella jerga no alcanzaba el nivel de nomenclatura alguna que yo acertase a descifrar.

Un hotel de cinco estrellas para dos turistas ignorantes y mal educados, que alguien, en su ingenuidad, una vez llamó amigos, era igual que meter a dos cerdos en una bañera de mármol y oro con vistas al Atlántico. Y eso era lo que habíamos hecho.

La espera en el bar del hotel para que se repusieran del viaje en avión resultó un sacrificio del todo inútil. Mientras tanto, no podía sacarme de la cabeza los tres días de desafío que me esperaban. Puedo lidiar con gente perversa, cuyo cerebro asimile respuestas, pero lidiar con ignorantes que  mezclan Godello con Sprite, me resulta tarea harto complicada. Sin embargo, desde que vislumbré a estos dos personajes, supe el sacrificio que, como anfitriona,  se me exigía. En aquellos momentos, hubiese preferido repetir la carrera.

El hotel reservado, así como la mesa en la que les esperaban los más exclusivos y apetitosos majares de la tierra, no hicieron reaccionar a nuestros huéspedes en ningún sentido.

Ella se sentó en un sofá con nariz de ofendida al tiempo que, su marido monologaba en una ímproba lucha por mantener los ojos abiertos. Aquello resultaba toda un pérdida de tiempo. En cualquier caso, él se mostraba más propenso a probar los manjares que habíamos encargado, borracho o no. Por el contrario ella, se dedicaba exclusivamente a echarle Sprite al Champagne, ya que el alcohol no le iba mucho. Perdón, el alcohol que no contuviese algún sabor dulce. De ahí que, con los mojitos, las Caipiriñas, o cualquier bebida con alcohol de unos cuarenta grados con sabor azucarado, no tenía problemas. Según parece, ciertas personas piensan que el alcohol se encuentra sólo en el vino, la cerveza y el Champagne.

También noté que, al ser instructora de fitness, cuidaba en extremo su figura  y la de su marido con el método “esto es lo que no se debe comer”. Su alimentación se basaba en una serie de grasas industriales y preparados con azúcar añadido que mantenían en perfecto estado la bien conservada grasa de su barriga y la de él, de paso.

De hecho, su forma de caminar con aquellos shorts apretados, me inducían a pensar que no se percataba de que su figura no motivaba a que sus programas para gente obesa tuvieran mucho éxito. Y, aunque no hablaba demasiado, por aquello del enfado, al que todos teníamos que estar muy atentos, cuando lo hacía, solía criticar a la gente que no cuidaba su alimentación. En cuanto abría la boca se dedicaba a censurar a esa gente que no probaba el pescado, marisco o ensaladas frescas. Resultaba extraño escuchar estas palabras de alguien que no fue capaz de llevarse nada de esto a la boca durante el tiempo que tuve el placer de conocerla. Todo lo cual, me inducía a pensar que sufría de algún fallo cerebral, que su retina fallaba a su favor, o que su casa carecía de espejos. Jamás he visto a nadie contonearse de forma tan provocativa, colocándose siempre delante del grupo para que observásemos con detalle el resultado de sus sesiones de entrenamiento.

Claro que era peor que el marido se quedase atrás porque se dedicaba a recoger colillas del suelo y llevárselas a la boca, puesto que ella le prohibía fumar. Si tenías más suerte, también podía lanzar ruidosos escupitajos a las aceras diciendo, al tiempo, que la gente lo miraba porque sentían envidia de que fuese una persona tan libre. Deberían incluir esto en algún programa electoral, nunca se me había ocurrido relacionar tales actos con la libertad.

Como era de esperar, los días siguientes a esta visita se tiñeron con los andares chulescos de ambos, sus actitudes desafiantes, sus malos gestos y su falta de cortesía. Con aquel panorama, si hubiese dependido sólo de mí, después de llevarlos al hotel, me hubiese “puesto mala” durante los tres días siguientes. Esto, habría servido de alivio a nuestros forzados huéspedes que, durante su estancia, lucharon con uñas y dientes, sobre todo ella, por pasarse los tres días entre la playa, que es gratis, y el McDonals, que es barato.

En aquellas circunstancias, no me quedaba otro remedio que aferrarme a la medicina familiar, el humor. De otro modo, no hubiese podido sobrellevar ciertos momentos ni con un botellazo en la cabeza. En general, cuando deseo explicarle a alguien lo estúpido de su comportamiento, sonrío con dulzura e imagino mi contestación. En estas circunstancias aquello me ayudaba y al tiempo, desencadenaba unas tímidas lagrimillas en las pupilas, que contenían mis silenciosas carcajadas.

Durante los tres días en los que les mostramos vistas paradisíacas; Cenamos en restaurantes de los que no me echaron porque me conocen; Escuchamos críticas hacia mi idioma de dos seres que no saben ni escribir su nombre en el suyo, pero que dominan un inglés de la calle, ya que en su país llevan años viendo al Pato Donald en versión original; Observamos malas caras el par de veces que tuvieron que abrir la cartera casi a punta de pistola; Aguantamos desplantes en sitios públicos; Callamos pacientemente mientras la pareja mantenía conversaciones a través de  mensajes del Whatsapp o miraban fotos de Facebook; Tragamos disculpas mal pensadas, pues pensar no era lo suyo. Después de todo aquello, confirmé que aquellos dos personajes situaban a su país a la altura de una cloaca y, lo peor, sin saberlo.

Lo más gracioso es que, como mencioné, el propósito de su visita tenía como objetivo salvar su matrimonio. Todavía no me ha quedado claro si lo intentaban mezclando el vino con el Sprite, o si les resultaba más efectivo mirar para el móvil, o quizá la  terrible cara de enfado de ella, cada vez que los dejábamos solos, ayudaba a mantener la llama del amor encendida. Más bien, me inclino a pensar que ahora, que están otra vez con la suegra, los niños, y no hay más peligro que ir al super a comprar golosinas que, al fin y al cabo, son más baratas que la centolla y el bogavante, el matrimonio seguro que se salvará.

Y a mí, sólo me queda el bogavante. Asco de vida.

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Continuo sin ser un fantasma

01 Lunes Jun 2015

Posted by Livia de Andrés in Vida

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crítica, recuerdos, vida

Continuo sin ser un fantasma

 

Ya os he contado que, a lo largo de mi vida, ha habido una constante: Me parecía que las personas que me rodeaban no me veían, ni me oían.

Escribí sobre este tema en mi entrada “Antes era un fantasma”.

Ayer, cometí el error de salir de mi madriguera en domingo, algo que, por normal general, no suelo hacer.

En mi estupidez, animada por la creciente temperatura y los rayos implacables del astro sol que me tenían abandonada, opté por una terraza muy popular.

Me senté en una mesita al borde del mar donde podía oír cómo los yates chocaban contra el muelle. Me encontraba en uno de esos puntos de la ciudad que me resultan tan agradables los días laborables cuando están casi vacíos, pero jamás los domingos.

Mientras conversaba animadamente, bastante molesta por la cantidad de gente que gritaba a mi alrededor, podía sentir una sensación incómoda a mis espaldas. Una presencia poco agradable. No quería volverme, pero sabía que detrás de mi había algo irritante.

Efectivamente. Dos de “mis antiguos fantasmas”, en forma de señoras gordas y viejas se hallaban cuchicheando detrás de mí. Dos antiguas compañeras de un sitio de cuyo nombre no quiero acordarme y que, aún siendo de mi edad, parecían tener quince años más que yo.

Mis dos fantasmas se encontraban sentados charlando en una mesa justo detrás de la mía. Podía verlos reflejados en un cristal sin necesidad de volverme.

Hace tiempo que toda esa caterva de personas de una mala fe incompresible para mí y que convirtieron algunas etapas de mi vida en algo de lo que sólo pude huir, no sé por qué motivo trajeron a Sartre a mi mente.

Recordé aquellas teorías perdidas en mi memoria… “Sartre denominaba la indiferencia ante el otro como conducta cosificadora…”. Jean Paul, afirma también que una de las primeras conductas ante el otro es una conducta que ha llamado de “mala fe” (mauvaise foi), y se expresa en la “Indiferencia hacia el Otro”, en tanto en cuanto éste aparece como “cosa entre las cosas”.

Pues bien, he de confesar que ayer, practiqué una “cécité vis-a-vis des autres”, una “ceguera respecto del otro” con muy mala intención.

Y como el mismo Sastre decía jugué, saltándome normas que antes siempre había respetado, “jugué a ser”, jugué a ser mala. Esta vez, y para hacer una excepción, no practiqué “Indiferencia hacia el Otro”, como tengo por costumbre.

Aquellos fantasmas de antaño que miraban hacia otro lado cada vez que faltaba a clase y les pedía los apuntes o que ignoraban mi presencia cada vez que me veían sola en algún pasillo burlándose sin piedad de mi aislamiento, o aquel enorme grupo de cien personas ciegas ante la posibilidad de saber que una en el grupo no era como debía ser, es decir, no era como ellos, continuaban, hoy en día, considerándome una amenaza.

Hoy alcanzo a comprender el porqué, antes no lo entendía.

Aquellos mismos fantasmas de mi pasado, a los que ahora a duras penas veo y que se muestran a mis ojos casi irreconocibles, no podían despegar sus miradas de mí, igual que en el pasado cuando “no me veían, ni me oían”. En esos años en los que una adolescente demasiado tímida era objetivo fácil.

Sé que ser diferente, en cualquier sentido, se paga, y más si te hayas rodeada de gente obtusa, necia, cerril, lerda y zafia. Sé que no están dotados del don de los sentimientos, la ternura y la solidaridad, porque son, sencillamente, idiotas, porque veían competencia donde no la había.

Ayer, como muchos otros días de mi presente, vivo satisfecha de la victoria del que ha permanecido fiel a sí mismo.

Feliz, contemplaba, pues, cómo mis dos ex compañeras habían alcanzado lo que se habían propuesto en la vida, esto es: Un buen puesto de trabajo y un marido, aunque tuviese tres piernas, dos narices, y tres ojeras. Es decir, uno, cualquier cosa y digo “cosa” con toda intención.

Así, con el paso de los años, habían logrado ese toque tan especial de belleza que proporciona el haber sido retorcida, rencorosa y viperina en tu vida. Pues, al final, quieras o no, todo se refleja en la cara. Y puedo asegurar que todo el daño provocado se había volcado en sus acabados, desteñidos y tristes rostros.

Todo ese esfuerzo inútil por aislarme, por mandarme lejos, que es lo único que puedo agradecerles, ha dado sus frutos en mí y en ellas, que se habían convertido en dos señoras viejas cuando aún eran jóvenes. Sin embargo, la imagen que daban era la de dos personas totalmente acabadas, sin sueños, resesas, resecas, abandonadas, aunque cómodas en su molicie, ocupadas en detalles que, por absurdos, daban risa. Inmersas en conversaciones para mentes cerradas, obtusas.

A lo largo de mi vida he ayudado a muchos idiotas y ellos, por idiotas, me han apartado de sus vidas. Hay personas que van por el camino equivocado y, como son idiotas, se niegan a reflexionar.

Además, los idiotas no se rinden jamás, defienden su idiotez hasta extremos que van mucho más allá del sentido común. Luchan por puntos de vista sin argumentos sólidos, por muy absurda que sea su posición. No se puede ayudar a los idiotas del mundo porque no se dejan y, siempre digo, que son muchos. Lo único que podemos hacer es apartarnos de ellos para no perder el tiempo.

Sigo pensando que ayer domingo no debí haber salido porque esos días los fantasmas del pasado suelen salir a pasear. Sin embargo, reconozco que es toda una satisfacción ver en qué han convertido sus esfuerzos y su vida, “mis fantasmas”. Dudo, por supuesto, que ellos se den cuenta, aunque sé que siguen encontrándome rara, distinta y siguen sin poder evitar mirar sin comprender. Y lo que no comprenden, les asusta.

Por último, no publico esto más que dos motivos, lo que Sartre llamaba “mala fe”, y es que sé, cuál es el primer nombre que van a teclear y buscar en Internet durante los próximos días. El otro es para apoyar a todas aquellas personas que se hallen rodeadas de gente necia y sin sentimientos.

Y, por último, debo confesar que estoy muy contenta de que esa clase que, por suerte abandoné, constaba de más de cien personas.

¿Por qué creéis que mi blog tiene tantos pinchazos? ¿Por que escribo bien? No, son los fantasmas, les gusta leerme 🙂

 

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Los peatones

22 Viernes May 2015

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Sin categoría

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crítica, Reflexiones

 

 

Los peatones

Juro que he hecho todos mis ejercicios de respiración, de autocontrol, de mediocridad, pero no puedo aún caminar entre ellos. Son demasiado molestos.

Se paran sin importarles que haya gente detrás de sus trabajosos pasos. Son lentos. Carecen de reflejos. Están atontados por tantas sesiones ante la televisión o Internet. No están dotados de ningún reflejo, ni de visión lateral. Deberían ponerles espejos retrovisores en las orejas y ni aún así creo que torciesen la cabeza un ápice para mirar lo que tienen detrás.

Y me tienen a mí, siempre a mí, sorteándolos, saltando por las aceras entre estos obtusos zombis cerriles, siempre tropezando a causa de paradas inesperadas, siempre arriesgando la vida por intentar sortearlos para que no interrumpan mi camino.

No ocurre sólo en las aceras, ni en las calles peatonales, es en general, en mi vida porque son idiotas y es imposible que un idiota claudique o se fatigue. Además, hay muchos idiotas.

Me he portado bien. Me he mantenido alejada. He procurado interiorizar que no van a caminar con algún orden lógico, que no van a dejar fluir el tráfico de los peatones, que sólo pretendemos avanzar hacia nuestro destino. Ellos no tienen. Sé que se pararan cada vez que necesiten decir una frase, porque no pueden hacer dos cosas al tiempo.

No creo que existan como individuos, son masa, pues se comportan al unísono y si los miras de lejos no distingues uno de otro.

No se apartan, no se disculpan si te dan un golpe, sólo miran y miran mucho, miran a mi cara con la sorpresa e intensidad descarada de la estupidez y yo, les devuelvo la mirada en espera de esa pequeña disculpa por haberme empujado. Ese acto de comunicación que cuenta tan poco y que nos hace más humanos: La comunicación. Pero no pueden, les resulta imposible, sus cerebros no dan para tanto. Están concentrados en seguir arrastrando los pies, cambiado de ruta, ni izquierda, ni derecha, nada les convence. Es normal, a mí tampoco.

Juro que he hecho todos mis ejercicios de respiración, de autocontrol, de mediocridad. Me he portado bien. Me he mantenido alejada, pero no puedo evitar que sigan cruzando por mi vida.

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Pura ambición

24 Viernes Abr 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor, Política, Vida

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Bruselas, crítica, Europa, humor, Parlamento Europeo, Política, recuerdos, vida

Pura ambición

Hay personas que nunca tienen suficiente. Quizá sea que se acostumbran a acumular y, a fuerza de repetición, se convierte en un vicio imparable. No sé.

Resulta que hay gente que por más que les sobren los recursos, siempre quieren más.

Hoy me he acordado repentinamente de ellos al ver un jamón en el supermercado.

Aún puedo ver aquella escena con nitidez. Una extensa cola de eurodiputados del Parlamento Europeo de Bruselas, cuando regalaban jamón de Guijuelo o cualquier otro producto.

En cuanto les llegaba la hora de la invitación al despacho, salían disparados, se metían a empujones en el ascensor y, nada más salir de él, se atropellaban para conseguir un plato.

Toda la tercera planta se llenaba de hombretones trajeados. Jefazos insaciables de mando, y de jamón, que ocupaban su escaño durante un mínimo de cinco años. Los mismos hombres a los que había que obligar, pagándoles un extra, a que bajasen unos cuantos pisos y apretasen el botón cuando debían votar en el pleno, si no, les daba una tremenda pereza. Era más sustancioso acudir a una comisión o cambiar una coma en alguna pregunta parlamentaria.

Y allí estaban ellos, sosteniendo aquel ridículo plato entre sus manos, ansiosos por llegar al final de la cola en la que les esperaba un habilidoso muchacho cortando jamón con sumo cuidado. Después de la larga espera llegaba el premio y éste les servía unas cuantas jugosas y finas lonchas, sin poder evitar cierta mirada de desprecio.

Esa fila no la hago yo ni por un jamón ibérico de bellota de cuatro mil euros.

Era una cola tan gratuita como interminable, que yo evitaba para ocupar, reposadamente, una mesita del comedor y pagar por mi almuerzo.

Aún hoy en día, no puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en los labios al recordar las caras de políticos tan conocidos. Personas que, hoy en día, poseen sustanciosas fortunas, acostumbrados a ser invitados o a obtener todo gratis.

Quizá ese sea el problema, a los niños hay que educarlos desde el principio.

Si pudieseis ver quienes permanecían de pie en estas filas, os estaríais divirtiendo tanto como yo ahora.

Quizá por eso no sea rica, pero me he librado de esas interminables horas en humillantes colas gratuitas y de varices en las piernas.

 

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Depende

13 Martes Ene 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor, Vida

≈ 7 comentarios

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crítica, Galicia, humor, vida

Depende

Galicia es un territorio ajeno al orden en el que, en muchas ocasiones, la realidad y la ficción no se distinguen fácilmente.

No es un fenómeno que se extienda a todos los ámbitos, ni a todo el territorio, pero doy fe de que restan muchos agujeros negros en los que el tiempo aún no se ha movido desde hace varios siglos.

En mi tierra es fácil encontrar señales en las carreteras que indiquen direcciones contrarias, si no eres gallego te asaltarán las dudas. Si lo eres, como siempre las tienes, te resignarás a estar inmerso en continuos interrogantes.

No lo sabemos y, si lo sabemos, no te lo vamos a decir, o sea que no preguntes.

Por ello, es aceptable que la mente de los gallegos se halle repleta de tantas historias entrelazadas como bifurcaciones de carreteras sin explicación, como para poder organizarlas con cierta lógica. En los agujeros temporales gallegos no sólo no existe ni el tiempo, ni las explicaciones. Simplemente es así.

Siempre llueve en Galicia. Mentira, pero dejamos que el resto se lo crea, por aquello de seguir anclados en aquella imagen típica que nos conviene  para que no vengan a husmear a nuestras tierras y se enteren de demasiados secretos. Por lo mismo, los millonarios gallegos hacen casas feas por fuera o las acotan con muros descuidados. Pues, con la lluvia pasa lo mismo. En Galicia llueve, siempre, por eso no nos molestan cuando vamos a la playa.

Existen personas que salen de los cuentos, personas que aún te venden el pan mientras hacen las cuentas a lápiz, que te entregan sucios y manoseados billetes mientras sacuden contra sus mandiles la harina sobrante del trozo que has elegido. En Galicia existen personajes así y escenas así. Además, aquí nunca nadie se ha muerto por culpa del pan que le compraba su abuela.

No es difícil apreciar el vínculo de esta tierra con la locura, cierta excentricidad y mucha desconfianza.

Y la desconfianza, lógicamente, engendra dudas y, éstas, mentiras, de ahí  las respuestas no directas hasta que no sepan cuál es el verdadero motivo por el que les preguntas la hora. Y hasta que lo piensan, pasa un rato y después responden: “Depende”. Hasta al presidente del gobierno se le ha pegado, claro que es gallego. Es extraño, porque Franco también y era mucho más directo. Con Fraga no se sabía, ni siquiera nosotros sabíamos lo que respondía por profusa que fuera su respuesta, ya que, simplemente, no se le entendía ni una palabra. Por tanto, todo su discurso lo considerábamos un gran “Depende”. Y nos resignábamos porque, lo peor, es que nunca se sabe de qué depende.

Se dan muchas situaciones irreales que pueden dar paso a grandes novelas colmadas de magia, superstición, esnobismo e irrealidad.

En estas brechas temporales con las que te topas a veces no existe el tiempo y si crees que existe, vete, escapa, apaga el móvil o sumérgete en tu silencio. Pero no preguntes, ni presiones para que las situaciones se desarrollen a un ritmo normal.

La cola del super tiene que esperar a que la cajera escuche el desenlace de la historia que le está narrando, con parsimonia, la señora que paga. Y si interrumpes, toda la cola te hará callar para que les permitas terminar de escuchar la historia entera. En estas tierras, la realidad no puede luchar contra la ficción.

Por otra parte, los gallegos, se agobian por todo, se agobian por la simple sensación de ser. Dudan, están confusos, descentrados, desconfían, lo cual es normal en un territorio que es ajeno al orden. Una tierra en la que los senderos, tanto reales, como irreales, se bifurcan continuamente y sin compasión.

Tierras de sol y mar, de vida y muerte, de puestas de sol que arrancan el aliento, o de voraces temporales de huellas imborrables para las almas de sus desconfiados habitantes.

Un territorio tan mágico en el que es normal encontrar un trasatlántico distinto cada día atracado en la misma puerta de tu casa cuando simplemente te diriges hacia el contenedor a bajar la basura. Entonces, sonríes y comprendes, que todo forma parte de la misma magia, de los mismos cuentos con sus extravagantes personajes.

Y es que en Galicia, nunca se sabe lo que puede ocurrir y, háganme caso, habelas hailas.

 

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Fobia de ciertos hombres a ciertas mujeres

14 Lunes Jul 2014

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor

≈ 4 comentarios

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crítica, humor

Frightened-Nerd

Hola, ¿podrías prestarme tus apuntes, por favor, que ayer he faltado a clase?

¡No me toques! ¡No te acerques! ¡No quiero nada de ti!

Aquel chico se llevó tal susto ante esta peligrosa y malintencionada pregunta, que después de pegar todo su cuerpo contra la pared más cercana y alzando sus manos, como hacen los futbolistas para demostrar que no han tocado al contrario, salió escaleras abajo dando enormes zancadas.

Mientras ella, entre asombrada y petrificada por aquella reacción tan inesperada como absurda, observaba cómo aquel chico se alejaba de ella con su metro cincuenta y sus kilos de más, los cuales hacían que pareciese una pelota saltarina presa de un ataque de pánico.

Y es que ella, por aquel entonces, aún no había oído hablar de la venustrafobia.

Hay hombres que sufren un miedo injustificado a las mujeres atractivas, a tal punto que llegan a desarrollar una fobia, denominada venustrafobia o caliginefobia.

Este tipo de hombre suele experimentar palpitaciones, temblores, falta de aire y es posible que desarrollen un ataque de pánico. Se sienten intimidados y no saben cómo actuar, ya que creen que deben comportarse de otra forma con este tipo de mujeres.

Por miedo a ser rechazado o a que se rían de ellos, este tipo de hombres “apunta más bajo”, debido a su baja autoestima.

Como muchas otras fobias, su tratamiento consiste en enfrentarse al estímulo que le produce la fobia de forma progresiva, con apoyo de un psicoterapeuta y, en algunos casos, medicamentos utilizando antidepresivos para tratar la ansiedad.

Este tipo de fobias no tiene consecuencias exclusivamente para los varones, ya que hoy en día, y aunque parezca mentira, cada vez crece más la soltería entre las mujeres que son consideradas atractivas. Como consecuencia, cuanto más guapa o atractiva resulta una mujer, más sola se encuentra sentimentalmente y más difícil es para ella encontrar pareja.

Según un estudio realizado por la Universidad de Valencia y la Universidad de Groningen, los niveles de cortisol en sangre de los hombres aumentaban cuando tenían delante a una mujer que consideraban atractiva y descendían, cuando ésta abandonaba la sala. Esta respuesta hormonal provoca un aumento en el estrés, al pensar que debían actuar de una manera distinta para cortejarla.

Y sin embargo, aquella adolescente con su inocente pregunta, aunque ahora ya sabe que se trata de un tipo de fobia que padecen algunos hombres, sigue preguntándose por qué esta patología incide más en unas zonas que en otras de nuestra geografía. Y según su propia experiencia, una de las más afectadas es la Comunidad Gallega.

¿Será a causa del viento o de los percebes?

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Yo y las moscas

09 Lunes Jun 2014

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones, Uncategorized, Vida

≈ Comentarios desactivados en Yo y las moscas

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crítica, Reflexiones, relatos, vida

10

El silencio de la mañana me envolvía al salir de casa.

La calle comenzaba a llenarse de gente que también se dirigía al trabajo.

Los ojos de una mosca en forma de hombre de mediana edad, me miraron curiosos desde la oscuridad de un portal.

Era Pancho el portero que se empeña en salir a decirme todas las mañanas si le parece que he acertado con la ropa.

Cuando paso cerca de él suele darme su opinión sobre si va a llover y voy a pasar frío o si, por el contrario, hoy voy a pasar calor.

No lo conozco y nunca le he preguntado.

Suelo cruzar de acera porque me cansa oírlo.

Solo que en esta otra acera hay otra mosca, una mujer que me dice lo que ella haría con mi vida, de la que no sabe nada, si fuera yo.

Ambas moscas me molestan, pero lo que más me cansa es escuchar las mismas frases.

Hay moscas que me visitan por mail y me mandan mensajes, hasta del extranjero. Sólo me recuerdan vidas anteriores, capítulos cerrados que estas moscas quieren reabrir.

El pasado no se cambia y no contesto.

Hay moscas en forma de personas que me paran por la calle para preguntarme por cosas privadas.

En este caso suelo contestar algo incongruente o citar a algún escritor o poeta. Aquí se pierden. Piensan que estoy loca. Y creo que tienen razón.

La única manera de tratar con moscas es parecer idiota, porque con las moscas no se puede razonar…

¿O es que a vosotros alguna mosca os ha contestado algo congruente alguna vez?

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Entre ruinas y escombros

08 Domingo Jun 2014

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Política, Reflexiones

≈ 3 comentarios

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crítica, Política, Reflexiones

My_destroyed_city_by_badherer

 

Agotados por el esfuerzo de vaciar los escombros, actuábamos sin pensar.

Nadie se paraba a pensar quién era el que tenía al lado, no había tiempo.

Todo podía derrumbarse en cualquier momento.

Estábamos al límite de nuestras fuerzas, sólo queríamos descansar, que nos dejasen llorar por lo irrecuperable.

Y por todos los que se habían quedado en el camino y a los que nos negábamos a olvidar.

Éramos un grupo de desconocidos unidos por unas circunstancias adversas y actuábamos tan coordinados como si llevásemos siglos trabajando en grupo.

Cada movimiento, cada músculo, cada frase, cada idea, llevaba a una solución que surgía espontáneamente dejándonos llevar por el sentido común y el bien de todos.

Lo prioritario era que el grupo no se perdiese para siempre.

Todos sabíamos que aquello que teníamos entre las manos se derrumbaba.

El peligro era inminente. Éramos conscientes.

Las grietas nos cercaban anunciando el hundimiento.

El cansancio se reflejaba en nuestros rostros.

Nos dolía cada músculo, cada centímetro de piel estaba perlado de sudor pero seguíamos, ante la certeza de que aquello era lo único que nos podía salvar.

Nunca antes la unión había sido tan férrea, ni nuestra determinación tan clara.

Había otros grupos rodeándonos, pero cada uno se ocupaba de lo suyo, de los suyos, aunque todos mirábamos hacia el exterior, sin perder de vista lo nuestro.

Esa coordinación, esa unidad, nos hacía cada vez más fuertes, rápidos, sagaces y eficientes.

El engranaje funcionaba.

Después de un esfuerzo continuado en el que todos, en algún momento, deseamos abandonar, rotos por dentro y por fuera, al fin lo conseguimos.

Y así fue cómo logramos volver a vivir en el país que nos merecíamos, el que habíamos construido juntos.

Eso sí, tardamos siglos.

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El anonimato en Internet

01 Domingo Jun 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 2 comentarios

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blog, crítica, Reflexiones

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El autor de un blog es, en cierta manera, alguien con cierto grado de valentía, pues se está exponiendo de forma continuada cuando publica.

Un blog es una herramienta de comunicación digital en la que muchos pueden participar y aportar opiniones, es una manera de diálogo. El mundo de los blogs, ha permitido a millones de personas compartir opiniones, aportar datos o explicar sus vivencias personales

Sin embargo, los blogs empiezan a mostrar su lado más vulnerable ya que estamos asistiendo a la llegada de un fenómeno que utilizan muchos usuarios de Internet: El anonimato.

El uso de un pseudónimo o el uso del anonimato no es nada malo en sí, pero es una manera de “esconderse” y, de esta manera, pueden llevarse a cabo comportamientos negativos.

Muchos usuarios vierten su ira o problemas personales, haciendo uso de las redes sociales y, a veces, nosotros, los blogueros, somos objeto de estos insultos o comentarios ofensivos.

Lo que motiva a estos seres anónimos es poder alimentar su ego sin tener que sufrir las consecuencias de sus actos y para ello no utilizan su verdadero nombre.

Algunos blogueros tienen la suerte de conocer quién es esa persona que no deja de enviarle comentarios ofensivos, pueden también conocer su identificación IP o tener la precaución de guardar sus comentarios. En ese caso, hoy en día, se puede actuar en consecuencia. Pero la mayoría de los blogueros, o escritores de blogs, que son objeto de estos abusos no conocen el nombre de la persona o personas de la que son objeto.

Los mensajes de este tipo, que abundan mucho en la red 2.0, persiguen intencionadamente provocar la reacción del autor del blog.

Este tipo de usuarios anónimos suelen ser inmunes a las críticas y a argumentos lógicos. Es totalmente inútil razonar con ellos, aunque tu argumento sea sólido, porque su fin es ofender y entienden sólo lo que quieren entender.

En ocasiones, hacen comentarios que nada tienen que ver con lo que escribes, pues son una especie de sociópatas que se regocijan al herir los sentimientos de otras personas, pues es lo único que persiguen. En otros muchos casos, no entienden la entrada, pero la comentan igualmente.

No sienten ningún tipo de remordimiento.

Escriben para hacer daño y no se atienen a las reglas básicas de convivencia o de educación básica.

No existe límite para ellos cuando desean desatar su ira.

Se escudan en el anonimato que les proporciona la red para, así, soltar su necesidad de descargar su frustración y su odio.

No hay que menospreciar a este tipo de personas, puesto que suelen carecer de escrúpulos y provenir de estratos muy bajos de la sociedad. Nadie les ha enseñado que no todo vale y probablemente hayan tenido problemas para controlar su ira con anterioridad.

Y digo que son peligrosos porque en su personalidad suelen coincidir cuatro rasgos: psicopatía, narcisismo, maquiavelismo y sadismo.

Pero, ¿de qué se alimenta este tipo de sujetos anónimos?

Buscan tu enfado con sus ofensas y les encantará que les dirijas insultos, pues las emociones de indignación que provocan les dan una sensación de placer.

Hay dos formas de lidiar con este tipo de usuario anónimo: ignorarlos o bloquearlos.

La buena noticia es que la impunidad, que hasta ahora había tenido este tipo de comportamientos, empieza a resquebrajarse.

En internet también se deja huella. Lo que se escribe puede tener consecuencias y aunque todavía haya mucha gente que crea que el mundo virtual no tiene relación con el real, ya no es así.

 

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La difícil tarea de no hacer nada

27 Martes May 2014

Posted by Livia de Andrés in Humor, Reflexiones

≈ 2 comentarios

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crítica, Reflexiones

 

 

Don Tancredo

No hacer nada no es fácil.

Muy poca gente lo consigue, requiere mucha práctica y un don especial.

Sin embargo, algunos lo logran e incluso lo convierten en su trabajo.

No hacer nada exige sacrifico y un buen entrenamiento.

Debes formar parte de una casta y desarrollar ahí tu carrera.

Dentro de este sistema inmutable de castas, no todos los individuos son aptos para no hacer nada.

La clave está en la resistencia.

Tienes que saber resistir la tentación de hacer algo y no hacer nada.

Si eres hábil y sabes usarlo a tu favor, puedes no contestar preguntas, ser capaz de abstenerte en la toma de decisiones o presidir un país entero, sin que apenas se note que estás ahí. Si dominas todo esto, eres el hombre apropiado.

Eres un líder y, como tal, tienes que rodearte de fieles seguidores para que se ocupen de entretener a la masa. Esa cosa tan molesta con la que debes tener contacto cada cuatro años.

Debes delegar en tus seguidores. Ellos se encargarán de detener el molesto encontronazo con la cantidad de individuos que te ha otorgado la mayoría absoluta, con la que tú no haces absolutamente nada.

También tienes que ofrecer distracciones a esa masa de votantes desagradecidos, ya que no aprecian la escarpada labor que realizas siendo el centro de todas las miradas, y no hacer nada.

Lo sé, no es fácil.

Te preguntan y debes evitar a toda costa contestar.

Te miran y tienes que poner cara de idiota.

Quieren que gobiernes y debe parecer que lo haces.

Sólo que tú sabes que, como dirigente, debes abstenerte de resolver cualquier problema que surja.

Sé que no es fácil estar en una reunión y tener la habilidad de mirar hacia el suelo con ojos vacíos. Esa expresión que te ha llevado años conseguir y que ellos, simplemente, no aprecian.

Precisamente por eso, tú estás tan arriba y ellos tan abajo.

No se dan cuenta de tu esfuerzo cuando miras, pero no atiendes.

No saben lo que es no ceder ante la presión del grupo y rechazar los intentos de otros para convencerte. Por eso, si lo intentan, tienes que deshacerte de ellos.

El hecho de tener a todo un país mirando hacia ti y no hacer nada, no es tarea sencilla.

Sin embargo, tú sabes bien que no debes moverte. Jamás. Pase lo que pase. Ni hacia un lado ni hacia otro, ni hacia arriba ni hacia abajo. No manifestarte. Mantener esa lejanía tan poco apreciada y, al tiempo, tan difícil de conseguir.

Has aprendido a aguantar sin doblegarte, aunque para conseguirlo, te hayas doblado muchas veces hasta tocar el suelo con la nariz.

Y ahora, ya en el culmen de tu carrera, que sabes durará cuatro años y ni un segundo más, te sientes orgulloso de aguantar. Aguantar sin hacer nada.

No gobiernas, pero presides.

Nadie como tú conoce el arte de no hacer nada.

Y así estamos todos, asombrados diariamente por la nada en la que estamos.

Y es que, hasta haces que parezca fácil.

Gracias por nada.

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Las gafas de Google

16 Viernes May 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Comentarios desactivados en Las gafas de Google

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crítica, pensamientos, Reflexiones

google_logo

Hay gente que siempre lleva puestas las gafas de Google.

No me refiero a un momento o un par de horas al día, simplemente no entienden sus vidas sin ellas.

Vida, es lo que piensan que tienen cuando se trasladan del trabajo, al supermercado y luego se ponen las gafas de Google para no sacárselas hasta que sus ojos enrojecidos les suplican dormir.

Triste, pero es un fenómeno en masa.

Y la huida de la realidad también lo es.

Es como una invasión de zombis. De hecho, su aspecto y forma de moverse, después de tantas horas frente al ordenador, se asemeja mucho.

Hoy, en el supermercado, he estado observando a la gente y era fácil adivinar los que se acababan de sacar las gafas de Google.

Todos se habían puesto cualquier cosa a toda prisa para bajar de sus respectivos rediles, medio a escondidas, intentando mirar sólo hacia el suelo para evitar tener contacto visual con algún vecino que les obligase a mantener alguna charla molesta con la consiguiente pérdida de tiempo.

Lo único que necesitaban era llenar su nevera con las provisiones suficientes para su próxima sesión con su único amigo: Google.

Por el contrario, su amigo Google, no les exige nada, ni que se duchen, ni que se vistan, ni que hagan ejercicio, ni que hablen, ni que se muevan, pero los provee de todo… o eso creen.

A mí me dan miedo porque han perdido su capacidad de pensar, aunque ellos suelen pensar todo lo contrario.

Es más, se creen verdaderos expertos en diversas materias, lo que les lleva a desarrollar cierto desprecio hacia el prójimo, que desconoce la extrema sabiduría que les han proporcionado sus extensas investigaciones de días, semanas, meses y años en Google.

En medio de estas búsquedas-disculpa, se han abierto, como por arte de magia, otro tipo de páginas que nada tenían que ver con el tema que les ocupaba. Estas otras webs han captado su atención al punto de haberse enganchado a otros temas, unos interesantes, otros banales y, los más, burdos.

Sin embargo, como si de una posesión imposible de frenar se tratase, sólo pueden deshacerse de sus gafas de Google para ir al trabajo de mala gana y regresar, lo antes posible, a la soledad de sus pisos. Allí se sienten seguros y protegidos, pudiendo hundirse en su mundo virtual que ha pasado a ser su única realidad.

Sus ojos, desprovistos de ilusión, no utilizan Internet sino que han dejado que Internet los controle.

Vidas atrapadas que ya no tienen más finalidad que fisgar horas y horas por las entrañas más recónditas de Google.

Sin embargo, un día se despiertan, reaccionan y se dan cuenta de que les han pasado demasiados años por encima.

Ven que se están perdiendo el mundo real, que su vida se les escurre entre los dedos y que ya nos les queda tanto tiempo como pensaban.

Se miran al espejo y ven los destrozos que ha causado en sus caras y en sus cuerpos la triste mecánica de sus vidas dependientes de Google.

Ahí es cuando la furia se vuelve determinación y deciden tomar el control.

A partir de mañana abandonarán Internet para ocuparse de su vida real.

Pero esta noche no, porque deben consultarle a su amigo Google cómo resolver su adicción. Seguro que hay alguna página que lo explica.

Vuelven a ponerse las gafas, pero sólo por esta noche.

 

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