• Contacto
  • Sobre mí

Livia de Andrés

Archivos de etiqueta: pensamientos

Insomnio merecido

29 martes Mar 2016

Posted by Livia de Andrés in Ensayos

≈ Deja un comentario

Etiquetas

historias, pensamientos

Atormentado

Las noches son largas para quien no puede conciliar el sueño.

No es mi caso. Mis noches son dulces, felices y tranquilas. Y es que yo, para dormir bien, creo en algo, albergo planes y esperanzas. Procuro pensar que el día siguiente será mejor, distinto, o que se repetirán los ratos buenos. Me arrimo al lado que me gusta, porque el malo, aparece demasiadas veces sin necesidad de invocarlo.

Sin embargo, para los insomnes, los minutos y sus horas se alargan sin fin, proporcionando la sensación de que su noche no se acaba nunca, convirtiéndose en interminable.

Tú siempre me confesabas el miedo que sentías a dormir, balbuceando palabras sin sentido sobre el mal que habías esparcido por doquier durante tu vida. Quisiste enmendarte conmigo, pero has vuelto a cometer, uno tras otro, todos los errores del pasado. Esta vez vas a peor, acelerando sin precauciones tu pendiente. Inconsciente de que, esta vez, es la definitiva.

Ahora sé que tú perteneces a aquellos que no pueden dormir porque se lo merecen, porque pagas un ínfima pena por lo que has perpetrado y continúas perpetrando.

Una de las causas más comunes del insomnio es el estrés acumulado y las preocupaciones cotidianas.

Sin embargo, también existe cierta tradición que asocia el insomnio a la mala conciencia. Tú no puedes conciliar el sueño por odiar, o por desear y haber causado el mal a muchos, los cuales proclaman, con voz contenida, el no haber podido recibir justicia por la manera en que has estropeado sus vidas. Las voces impotentes de los que ven libre a su verdugo.

Como digo, yo duermo bien. Actúo de día y sigo mis pasos. Segura y, sobre todo, constante.

Y tú, sé que no puedes dormir porque soportas tus culpas, tus delitos, que se acumulan con los años. Culpas, que no borras ya tan fácilmente con la ingesta prolongada de alcohol, aunque me han dicho que lo intentas con vehemencia.

En tus sueños impera una noche helada, oscura, con un terco silencio sin estrellas, presagio del oscuro mundo de tus tinieblas.

Te engañas por el día. Sin embargo, la noche, persigue tus delitos no expiados. Se venga del culpable y te arrebata el sueño, te castiga con su silencio aterrador, un silencio en el que escuchas a los que sabes que te esperan, que te esperamos. Y, por fin, cuando Morfeo te visita, lo hace en forma de horribles pesadillas de las que te he visto despertar sudando. Esas de las que jamás hablabas.

Tú eres un insomne merecedor del castigo, sólo previo al verdadero, por eso, se te priva de dormir a tus anchas manteniendo tus sentidos vigilantes, con los nervios excitados, engañándote de día.

No dormirás hasta que tu culpa se revierta en resolución. No lo hará nunca. No la hay para ti. Ya te he dicho que soy constante.

Buenas noches.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Aquella noche

11 jueves Feb 2016

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Vida

≈ 2 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones, vida

Manos

De aquella primera noche recuerdo la penumbra de la habitación.

La espera interminable, el agotamiento, la impotencia, la fatiga, el estrés.

Un día normal se había convertido en algo impensable, desmesurado, dantesco, inconcebible.

Sorprendida por el desarrollo de los acontecimientos, pero inmersa todavía en la supina ignorancia hacia lo que en realidad iba a suceder en mi vida: Un antes y un después.

Entrasteis con prisa, en tropel, como una legión, aún siendo sólo dos, invadiendo mi penumbra como un torbellino.

Tu mano. Ese es mi primer recuerdo.

Te sentaste al lado de mi cama asiste mi mano con contundencia y sin más dilación fuiste al asunto directo, rápido, sin rodeos.

Tu mano cogiendo la mía. Era una mano firme, resuelta, decidida, que portaba una decisión rotunda, inapelable y que se apoderó del flanco derecho de mi cama.

Tanta gente en aquella habitación y cuando terminaste de hablar la información que había salido de tus labios me trasladó a otro mundo, a ese túnel que sabes que tienes que cruzar sola. Soltaste unas cuantas frases sin freno porque no había otra manera. Había que hacerlo así y tú lo sabías.

Te solté la mano. Recuerdo haberte soltado la mano para asir mi cabeza con ambas y recuerdo que había otra persona que, por conocedora de las noticias con anterioridad a mí, ya se había muerto por dentro. Así evoco su estoicismo, su sufrimiento hecho silencio.

Después de los primeros segundos en los que la palabra “no” fue la única clavada en mi mente, me enfadé. Me enfadé mucho, no sé bien con quién, supongo que con la situación, conmigo, con todos, con la vida. Tú también has sabido siempre como provocar mis enfados desde el primer día, lo hacías por mi bien, para que reaccionase y lo conseguías. Como aquella noche, exponiéndome de frente con tu entonación baja, la única realidad posible.

Estaba enfadada. Creo que por eso accedí tan pronto. Dije que sí, que vale, que bien, que no quería leer nada, que firmaba, que ya, qué sí, que me ponía en tus manos.

Es cierto que sentía rabia, pero desde que entraste en aquel cuarto no pude evitar tener la certeza de que si alguien podía hacer aquello, eras tú, sólo tú. Tu decisión, ganó mi confianza. Y tú también la tenías en ti mismo y yo, desconfiada por naturaleza, podía olerla, sentirla. Lo tenías claro, muy consciente de que aquello iba a ser un “sí” o un “no” en mi vida.

Y nos sonreímos antes de entrar y yo saludé a diestro y siniestro y les advertí, y me reí, y tú y yo nos pasamos aquella noche juntos, cinco horas ¿verdad? Tú, tus manos y un equipo de quince personas.

Tus manos lo lograron, y tu decisión y tu fuerza y tu esfuerzo.

Gracias, Pablo.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Burocracia y ventanillas

22 miércoles Abr 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Humor

≈ 6 comentarios

Etiquetas

humor, pensamientos, Reflexiones

Burocracia y ventanillas

Supongo que después de haber leído el título ya os habréis dormido.

Bien, siendo así, hoy puedo escribir sin el peligro de ser leída.

Nunca me han gustado los papeles que se apilan o los que se recogen en archivos. Me dan terror y hacen que pierda un tiempo precioso que podría llenar ocupándome de asuntos capaces de captar mi atención con mucha más facilidad.

Visitar cualquier tipo de ventanilla, donde haya un funcionario detrás, ha sido para mí siempre una situación insufrible, como lo es cubrir formularios.

No puedo soportar los formularios. En cuanto les echo un vistazo, se me nubla la vista. Tengo verdaderos problemas para entender las frases porque me aburren tanto, que cuando llego a la mitad de una ya me he olvidado de la primera parte.

Cada vez que alguien me dice que cubra algún tipo de documento tengo una seria lucha con mis párpados que comienzan a pesarme como yunques.

Es una lucha inhumana, agotadora, interminable, debilitante, absurda. Sensaciones extrañas para una persona que lleva toda su vida entre papeles, claro que son de otro tipo.

Es suficiente con una visita a una ventanilla para que te des cuenta de que vas a tener que volver varias veces. Todo está muy bien pensado para que siempre se te haya olvidado algo o tengas que adjuntar otros papeles que no habían sido mencionados antes, pero que tú deberías haber sabido que existían. Es como cuando los documentos que entregas están desordenados, o te has equivocado en algo o, simplemmente, la tinta de tu bolígrafo no puede ser del mismo color que la de los calamares en tinta. Y, por supuesto, hay que repetirlo todo otra vez.

¡Qué abulia, qué apatía, qué desgana, qué desidia!

Todo es gris en aquella oficina. Hay mucha gente y tanto los objetos, como las personas se tornan de un tono uniforme, no sabría decir cuál, es un colorido aburridamente monótono, triste. Juro que en la calle hacía sol, pero ahora ya casi no podría asegurarlo porque todo se ha vuelto grisáceo. La vida era de colores antes de entrar en esta oficina y ahora, de pie, con estos papeles en la mano, siento como si me hubieran encadenado a algo muy pesado de lo que no me puedo librar. Sería más rápido repetir la carrera, incluso hacer dos más.

En las oficinas siempre hay que dirigirse al funcionario con una sonrisa, aunque no puedas evitar que unas molestas gotas de sudor te resbalen por la nuca. Es puro pánico, por el temor a no ser capaz de librarte de aquella parafernalia infernal, de esa máquina de perder el tiempo.

Presa de ese terror persiguiéndote implacable, para que no ocurra otra desgracia y tengas que volver otro día, o haya que pagar algo que no puedes pagar o, en su defecto, que no haya remedio porque estás fuera de plazo, en otras palabras, que nada funcione como debería, te acercas a la sospechosa ventanilla con cautela sosteniendo los dichosos papelitos en tus manos.

La frase “cubrir un formulario” es para mí comparable a que te digan que te han condenado a varias horas o meses de cadena perpetua. Te sabes presa de interminables esperas en colas sin fin, o visitando diversas oficinas descoordinadas entre sí y casi suplicando, sin que se note. Has de tener cuidado, los funcionarios huelen el miedo, como los perros.

Toda la burocracia tiene, necesariamente, un volumen inusitado de papeleo, de copias adicionales de formularios y de comunicaciones. Es así. Es una maquinaria obsoleta y vacía. Repleta de obligaciones innecesarias y de un millón de preguntas repetidas.

– ¿Esta es su fecha de nacimiento?

-Sí.

– ¿Ha cambiado desde el año pasado?

-No, pero me gustaría, ¿se puede?

– Su nacionalidad es española, ¿no?

-Sí.

– ¿Y cuál es su país de nacimiento?

Y yo me pregunto, ¿Se les queda el cerebro así por las oposiciones o es que de tanto repetir no saben la de sandeces que sueltan?

Según se dice todo sigue una rutina: Es mentira ¡Ay! qué esto no se puede decir ahora… ¿Cómo era..? ¿Es incierto? ¿Es una falsedad…? ¿Es falsario? ¿Está en falsete…? Es igual. Yo me quedo con lo de que es mentira. Todo puede cambiar y esto, es aún peor que esa rutina, porque deja en un mar de dudas al funcionario y descarga sus inseguridades hacia ti con venganzas insufribles.

La teoría de que un funcionario es un ejecutor de rutinas y procedimientos, que domina con plena seguridad su trabajo, no es cierta. Se preguntan unos a otros inagotablemente o comenten errores porque les han cambiado el programa de ordenador.

La funcionaria de las uñas pintadas y cara de aburrimiento que está de mal humor por tener que trabajar, se enfada contigo en vez de con su ordenador. Tú, modestamente, le sugieres que, si no le funciona con esa tecla, quizá recupere todo con la que tiene al lado. Te mira con desprecio por la osadía de meterte en su rutinario entramado. Después de todo, tú eres sólo un simple ciudadano y, como tal, no entiendes de procedimientos complejos.

El caso es que, cuando surge algún cambio dentro de esta rutina, el que atiende tu caso, se enfada, se enfurruña, deja de hablar, entra en un mutismo aterrador. Son momentos muy delicados, yo los calificaría de potencialmente peligrosos, pues se le plantea algo desconocido, una amenaza para su tranquila rutina.

Tampoco resulta útil acudir a la web oficial, ese monstruo arcaico, con preguntas indescifrables que sólo pretende lanzarte en manos de un funcionario desaprensivo, el cual te arruinará la vida y el expediente, si está en sus manos.

Si además sospecha, que de allí te vas ir a sentar en una terraza al sol mientras él o ella se va a quedar allí encerrado trabajando, te lanzará a una nebulosa, liante y confusa de la que ya no te librarás.

Tras horas con el número en tus manos, habiendo agotado todas las posturas que has adoptado en la cola, con las esplada tiesa y hormigueo en las piernas, empiezas a platearte seriamante si sentarte encima de los virus que se han marchado hace un rato de la silla que tienes a medio metro. Pero sólo la miras. Después, levantas tu cara, ya trasmutada tras las horas de espera, hacia la pantalla que no se sabe por qué sólo se salta tú número.

Con cierto aire de paranoia comienzas a escrutar a tu alrededor, sospechando que el funcionario que te va a atender, te conoce, que no le gustas y que por esa razón se salta una y otra vez tu número. Comienzas a arrepentirte de haber cancelado esa cita con el traumatómlogo porque la espalda no te duele un poco, como esta mañana, ahora te mata.

Tu rostro empieza a mostrarse decaído, triste, cansado por la espera y por las escasas esperanzas de que aquello que parecía un simple formulario, tenga solución.

Ese es el fin de todo ese papeleo, es una especie de complot contra el ciudadano para que se rinda, para que abandone, para que lo deje.

Constituye una prueba de fuerza entre las instituciones y nosotros. Por ese motivo, hay que desayunar bien antes de acercarse a cualquier oficina con ventanillas y papeles, no tomes sólo zumo de naranja, café y tostada. Eso es un suicidio. Te bajarán los niveles, no la grasa, no te molestes. Esa mañana añade huevos, hasta te puedes permitir el lujo de poner mantequilla ¡incluso freir bacon! No importa, todo se irá consumiendo paulatinamente después de cuatro horas de espera en las que te sentirás vacía, luchando contra tu estómago que reclamará comida, mientras tu cerebro comenzará a entrar en barrena llenándose de dudas, pensando en abandonarlo todo.

Este sistema de ventanillas, funcionarios malhumorados, instituciones lentas son verdaderos infiernos de repetición, pero cumplen su función: Matarnos antes de que podamos llegar a cubrir todos los formularios.Por no mencionar, que están ideados por alguna mente criminal para que jamás lleguemos a cobrar nuestra pensión, ¿o sólo pretenden que no descubramos que no nos la pueden pagar?

¡Ah! Era eso. En ese caso, retiro lo dicho, porque, entonces, el sistema está muy bien pensado.

Perdón, no puedo seguir escribiendo, mi número sale en pantalla: Ventanilla 7.

Ya empiezan a pesarme los párpados…

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Diamantes

19 domingo Abr 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones

≈ 4 comentarios

Etiquetas

Literatura, pensamientos, Reflexiones

 

Diamantes

Su aspecto exterior no le importaba en absoluto.

Era callada e introvertida y, si hablaba, nunca decía estupideces.

Su soledad era quieta, apretada, contenida y olía a destierro.

Su pueblo era un lugar de palabras huecas.

Allí se hablaba sin respirar, sin escuchar, sin pausas, sin alma, sin pasión, triturando la gramática, aplastando una sílabas contra otra, con voces agudas y gritonas.

Ella siempre había sido apartada de estos corros por su descarada intención por conversar. Hasta que había comprendido que era mejor callarse.

Nadie podía leer sus ojos, de un azul más misterioso que profundo. Era consciente de que no la entendían. Siempre había sido así.

Su vida eran sus pensamientos. Y sus palabras monosílabos que cortaban como ráfagas.

Detrás de aquellos rasgos juveniles siempre se había ocultado un alma trazada por violentos hachazos de aislamiento, aquellos que reciben los que se saben diferentes.

Aquella tórrida tarde de agosto, enfrió su soledad llorando despacio pero sin pausa, derramando lágrimas que venían del pasado. Dejando escapar por fin, lo que hasta el momento había acumulado en su desván privado.

Tal era la pureza, transparencia, claridad, brillo y tamaño de las gotas que resbalaban por sus mejillas con su llanto, que hasta un experto joyero hubiera podido asegurar que lloraba diamantes.

Y lo eran. Diamantes de un alma, tallada por años de retraimiento convertidos en joyas de sensibilidad y madurez.

Mientras las lágrimas resbalaban saladas por su rostro, no pudo evitar levantar la mirada hacia un balcón donde unas cortinas de encaje jugaban con el viento, al tiempo que ocultaban miradas tras los ventanales entreabiertos. Esas miradas que siempre la habían acosado desde esquinas ocultas, visillos o cristales, trazando ese círculo de acoso que la había visto crecer.

A temprana edad ignoraba que entablar una conversación en aquel pueblo conllevaba un castigo.

Sin embargo, la cacería a la que había sido sometida, finalizaría en aquella misma estación de tren que tantas veces había visitado sin atreverse a subir a esos vagones que tantas veces había visto partir. Los mismos que ese día se la llevarían entre sus roncos sonidos por encima de oxidadas vías de ruido metálico y seco.

Quizá, con suerte, ese tren la dejase en alguna estación donde las palabras, los sentimientos y las conversaciones, fueran, como mínimo, tan valiosos como los diamantes.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Pura realidad

10 viernes Abr 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Reflexiones

≈ 6 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

Pura realidad

La demoledora realidad nos espera a la puerta de casa para imponerse con toda su fuerza.

Una realidad que aunque nuestra mente se empeña en trasformar en dulce relato, nos atraca en cualquier esquina con toda su violencia, injusticia, mezquindad y miseria. Monstrándose con brutal descaro, insípida, sin adornos, ni concesiones.

Por tanto, cuanto más avances en tu engañoso entramado para escapar de ella, más cerca estarás de ese vacío en el que caerás sin remedio.

Esa misma realidad que suele aparecer sin previo aviso con esa sobriedad que te devuelve de golpe hacia lo que no quieres ver, y menos mirar. Repentina, directa, clara, sobria.

Cuando luce el sol, es precisamente eso lo que debes dictar a tu mente. No intentes pues, pintar vacuos colores, ni engaños tintados de sueños diciéndote que el astro sol va a brillar. Te toparás con esa tormenta, tan real como la vida en sí misma.

Es imposible que te empeñes en disfrazar instantes que te alcanzarán con certera precisión, quieras o no.

Concéntrate en entrenar el instinto de lo auténtico.

El artificioso e ilusorio autoengaño no se extiende en el tiempo. No despistes tu atención, ni huyas de la angustia, pues el mundo siempre acaba ensuciándote.

La única manera de contemplar la vida es elaborando una visión en consonancia con el lo real. No te empeñes en el cómodo refugio de lo ficticio.

No debería ser tan difícil ser más honesto. Obrar sin justificaciones ni excusas o enfrentarse cuanto antes a esa forma de contemplar lo que te rodea con claridad y sencillez.

Huye de la cómoda oscuridad. No enlaces juegos que sólo cargarán más la ya de por sí pesada mochila que portas hasta que un día cualquiera explote en tu cara.

Inventar resulta peligroso y carente de sentido.

Cualquier noticia acerca del mundo real debe describirse con esos detalles y esa sencillez que no la despojarán de sentimiento o significado.

La gente tiende al autoengaño.

Es imperativo reconocerse a uno mismo sin tapujos ni mentiras. Al fin y al cabo, la imposición de lo real se expandirá con mayor fuerza cuando decida mostrase. Una tormenta imposible de burlar.

Una ventana, un cuchillo o una piedra pueden ser descritos mediante un millar de adjetivos, términos rebuscados o recovecos, pero son lo que son. La vida es igual.

No nos podemos permitir la ilusión de teñir la realidad para terminar entumecidos por los golpes. No hay otro remedio que provocar ese escalofrío sin disfrazar lo que nadie quiere oír y clavar un certero hierro en el centro mismo del corazón.

En la vida o en la literatura se pueden trasladar las comas de sitio, eliminar los puntos, saltarse palabras, tacharlas, reescribirlas, utilizar términos oscuros o enrevesados. Es igual. Los sentimientos directos triunfan descaradamente igual que en la vida.

Si hace sol, simplemente piénsalo y dilo así. No intentes negar lo que es inevitable que se muestre, pues sólo estarás perdiendo el tiempo.

 

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Debería

27 viernes Feb 2015

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Literatura, Reflexiones

≈ 2 comentarios

Etiquetas

Debería, Literatura, pensamientos, Reflexiones

Debería

Debería decirte lo que siento antes de que te vayas.

Debería hablar mientras la luz tenue de la cocina aún alumbra la cena fría.

Debería alzar la copa para brindar por tus logros para que el día no se tuerza al anochecer.

Debería atentenderte para no hundirme en mis recuerdos.

Debería tomar partido.

Debería borrar de la bandeja de entrada todos esos correos.

Debería ofenderme.

Debería pelear y manifestar mi opinión sin miedo, pues nadie escucha.

Debería luchar en tu guerra.

Debería escuchar toda esa música olvidada sin esperar ni un solo instante.

Debería contestar cada llamada .

Debería sumarme al coro de vecinos que desayunan temprano y hablar con ellos despacio.

Debería entender el discurso ajeno.

Debería planchar los vestidos y tirar los zapatos viejos.

Debería cuidar los sentimientos y recogerme el pelo.

Debería mirarte a los ojos, pero me sobran las promesas.

Debería escuchar, olvidar y callarme.

Pero hoy no puedo, quizá mañana.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

El cultivo de la nostalgia

04 jueves Sep 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Uncategorized

≈ 4 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

7787b133d24158632bae08ecaaf87e35

La sensación de lo inexorablemente perdido nos sume en la melancolía.

Esa bruma cegadora que algunos se empeñan en cultivar, fuente de las mejores rememoraciones poéticas, no es otra cosa que un proceso de reactivación y magnificación de la nostalgia.

La búsqueda sin pausa de la resurrección del pasado produce su engrandecimiento pues, probablemente, si lo viviéramos de nuevo no sería tal y como lo imaginamos.

Muchos, consciente o inconscientemente, conservan recuerdos de una realidad perdida cuyas dimensiones no fueron las verdaderas.

Cuando éramos niños, temíamos aquel pasillo oscuro, que seguramente no era tan largo, ni sus sombras tan densas.

De igual modo, el motivo por el que dejamos por el camino a aquella persona era, simplemente, porque no la amábamos.

Tampoco los recuerdos de aquellos lugares están exentos de malas experiencias los cuales, nuestra selectiva memoria, ha borrado.

No es cierto que el pasado haya sido mejor, lo único cierto es que hay que pasarlo.

Y, siempre que sea posible, recorrerlo sin mitificarlo.

Pero también es cierto que si optáramos por esta senda de realidad, perderíamos a todos los poetas y escritores que han amplificado sus recuerdos para aterrorizarnos con largos pasillos, hacernos sufrir por amores imposibles de recuperar, o lograr que huyamos con la mente a esos lejanos lugares del planeta por los que abandonaríamos casi todo.

Sería imposible para los que nos gusta soñar que nuestra vida no es una, sino varias, vivir sin esos mundos interiores propios. Mundos amontonados por deseos imposibles de realizar que dan paso a las brumas de la melancolía, ésa que deja los sueños sin retorno.

No podríamos despertarnos sin soñar que la vida es un sueño de realidades perdidas. Esas realidades que alimentan nuestros deseos de vivir posibilidades que nos empeñamos en pensar que, quizá algún día, se vuelvan realidad.

Por eso, seguimos resucitando el pasado, soñando, leyendo y escribiendo, porque nos empeñamos en pensar que viviremos historias aterradoras, que seremos los protagonistas de amores tan intensos como inconfesables y que descubriremos lugares tan perdidos como nosotros.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Alea Jacta Est o quizá no

01 lunes Sep 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Vida

≈ 2 comentarios

Etiquetas

pensamientos, recuerdos, Reflexiones, Salamanca, vida

1279024381052_f

Hace calor.

Un calor insoportable en toda la ciudad.

El aire acondicionado me pone mala.

Puedo soportar a duras penas unas sandalias y un vestido.

Mi mejor refugio es un edificio de piedra.

Una iglesia.

Está fresca, fría, helada. Allí dentro puedo respirar.

Aunque la ausencia de gente es relajante, también desprende un aire de misterio que no me apetece respirar en ese momento.

Esa noche necesito acercarme más a la vida, por lo menos un poco.

Busco el bullicio de una noche de verano que hasta el momento se ha hecho demasiado larga.

Dentro de los seculares y densos muros de piedra empieza a hacer demasiado frío.

Me voy.

La ola de calor vuelve a golpear mi cara.

Camino sin rumbo.

Hay gente en la calle.

Corros de gente se arremolinan en mitad de la calurosa noche.

Me paro ante un edificio de piedra que parece una mezcla entre el castillo del Rey Arturo y una biblioteca.

Es un club, construido dentro de una iglesia de piedra, cuyo alquiler se paga a las monjas.

La voz desgarrada y grave de Chris Isaak canta “I can´t help falling in love with you” de Elvis Presley.

No puedo evitar entrar.

Nadie puede resistirse a esa combinación.

Dejo aparcado a la entrada el calor, que no cede un ápice.

Me acerco a una especie de rueda de piedra que hace las veces de mesa y apoyo los codos, llevándome una mano a la frente para retirar un mechón de pelo de mi cara.

El ambiente es distendido.

La piedra me transmite el frío que ha acumulado a través de siglos de espera.

Estoy en una ciudad en la que huir del calor es fácil y en la que para realizar un viaje a través de los siglos no necesitas medio de transporte.

Me rodean frases en latín escritas por todas las paredes.

Pido algo con mucho hielo.

El calor lo justifica.

Piedras centenarias, hielo, alcohol y esa voz rota en mis oídos.

La voz de Chris que se lamenta de no poder evitar enamorarse.

Me parece bien.

Uno debe enamorarse. Es casi una obligación.

El calor que no me dejaba respirar se ha desvanecido.

He abierto las puertas de otro siglo.

Los libros están por todas partes, esperando pacientes a que los apoyes en tu regazo.

La música, con su melodía, me proporciona la calma que necesito.

Apoyo mi brazo desnudo en la mesa de piedra.

Con ambas manos acaricio el vaso para sentir el frío de los cubos de hielo a través del cristal.

Un trago helado atraviesa mi garganta.

Ese convento sigue siendo un lugar de culto. Otra clase de culto. Un escondite de un presente caluroso. Un presente agobiante. Tanto, que impide pensar con claridad y que te obliga a pasear tus ideas en círculos, repitiendo los mismos pensamientos hasta el hastío.

Un laberinto angustioso.

Un presente rápido, agobiante y exigente.

Mis ojos se clavan en la frase escrita en una de las paredes “Alea Jacta Est”. No sé si la suerte está echada pero, por lo menos, esa noche parece que puede cambiarse.

El hielo y el alcohol dejan que me escape para poder regresar a lo que creía perdido.

Quizá esa noche termine acogida por algún otro monumento centenario.

O con suerte, aguante hasta las seis de la mañana y me deje despertar en La Regenta por un café recién hecho.

Creo que sobre esas horas la estatua de Unamuno empieza a hablar. Iré hasta allí. Quiero decirle que yo tampoco me quiero morir.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

El motivo del viaje

01 viernes Ago 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones, Vida

≈ 6 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones, vida

 

Gamaliel Grootenboer

Gamaliel Grootenboer

No tengo la menor idea de cómo he llegado hasta aquí.

He vivido muchas vidas y no sé si debo envidiar al que siempre ha vivido una sola.

Personas con una pareja, un trabajo, en un país y bajo un solo dios.

Ellos recuerdan cómo han llegado hasta ahí. Yo no.

Las sendas han sido tan diversas, retorcidas, con curvas por suaves railes o a pie, que me confunden.

No puedo más que contar nombres de las personas que he conocido y los lugares en los que he estado como si fueran parte del botín de mi tesoro.

El problema es que no recuerdo en qué consistía ese tesoro, ni por qué salí a buscarlo.

Es como si intentase recordar la trayectoria del viaje que una vez emprendí. Recordar la intención por la que partí aquel día, hace años.

Necesito saber cuál era el destino para poder llegar al final de mi viaje.

No lo recuerdo. No tengo ni idea.

Estoy parada en una estación en mitad del camino. Estoy convencida de que cuando emprendí el viaje, me dirigía a algún sitio.

He aceptado ser la protagonista de vidas distintas, pero he perdido el mapa y no imagino la ruta, ni sé cuál era la estación final.

Te he buscado por todas partes… quizá eras tú el motivo de mi viaje.

No lo recuerdo.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Un día absurdo

15 martes Jul 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 4 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

 

5167a3032eb947bab2b6e9fbc786e984

Hoy es un día cualquiera.

Ocurren muchas cosas, pero no pasa nada, nada que me despierte.

Estoy dormida.

Ejecuto mil tareas con la única idea de terminar el día.

Y en medio de la nada que me rodea ese día, cometo el error de pararme a pensar.

Me pregunto por qué repito de nuevo en el trabajo ese discurso a gente que me atiende, pero no me entiende.

Reflexiono sobre cuál es el estúpido motivo que me empuja a preparar la cafetera del día siguiente para que esté lista al terminar de ducharme.

Me paro. Pienso.

Los diálogos que mantengo conmigo misma son inconexos, repetitivos y carentes de significado. Me producen una inexplicable ansiedad.

Pensar es bueno, pero debo abstenerme. Lo sé.

Durante este tipo de días todo es absurdo, hasta pensar.

Lo que ayer tenía sentido, hoy carece de él.

Hay que esperar.

Mis conclusiones serán como esas que se obtienen en la irrealidad de la noche, cuando piensas que el mundo duerme.

Hay que pensar durante los días apropiados, sin embargo, no puedo evitarlo.

Durante estos días absurdos distorsionas la realidad, pero una especie de masoquismo me impulsa a seguir desenredando un hilo infinito de ideas incoherentes.

Nado en ideas ilógicas, en conclusiones mojadas de un gris plomizo que se adhiere como el pegamento a mis ideas y del que me resulta difícil desprenderme.

Parece que todo el mundo duerme menos tú.

Aunque la realidad es que ellos están tan despiertos como tú, ocupados en llegar a sus propias y absurdas conclusiones.

Están despiertos viviendo su propio día absurdo.

Lo absurdo es no compartir estos días, para que tu perspectiva y la de los demás, se vuelvan reales.

 

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

El adoctrinamiento

03 jueves Jul 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 3 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

libertad-de-expresionMe sorprende que en una sociedad que ha luchado tanto por vivir en libertad y democracia, casi nadie se atreva a desviarse de los senderos previamente trazados.

Prácticamente no existe ningún medio de comunicación que no se exprese bajo consignas, que se aburran a sí mismos, por no mencionar a nosotros los ciudadanos.

Y los periodistas ejercen de siervos incapaces de poder ejercer su profesión con libertad para no engrosar las listas del paro.

El panorama actual se encuentra dibujado por caminos invisibles de los que es difícil escabullirse sin salir perjudicado de una u otra manera. El simple hecho de expresar nuestra opinión con libertad puede ser duramente castigado.

Una libertad tan básica como es pensar por nuestra cuenta, se nos ha ido negando con el paso del tiempo.

Seas de un color u otro, siempre has de expresarte bajo los mismos términos sin salirte del guión de la secta a la que pertenezcas.

Pero, ¿qué ocurre si estás de acuerdo con las ideas de un grupo y, al tiempo, lo estás también con algunas de las del grupo de enfrente?

¿Por qué hemos de decantarnos por el blanco o el negro?

Desde mi punto de vista, se han ido creando habitáculos cerrados. Matando la libertad de las personas como seres individuales.

Si no perteneces a uno o a otro estás fuera y, si estás fuera, estás solo.

Si contemplamos esto desde la perspectiva de la Psicología estaríamos hablando de un tipo de movimiento que se caracteriza por la adscripción de personas totalmente dependientes de las ideas de un dirigente o varios, que los adoctrina. Es decir, una secta.

Este tipo de pensamiento es radicalmente opuesto a la libertad individual como el más alto valor social e impide el derecho a disentir.

Sin apenas percatarnos escuchamos a diario frases que se repiten como una especie de gota incesante que cae sobre nuestros pensamientos y los va minando.

En este caso, el bando del que provengan no es importante, pero sí lo es que este persistente adoctrinamiento nos llegue a impedir pensar, desarrollar y razonar pensamientos por nuestra cuenta. Este mantra consiste en consignas, que la mayoría no asimila, pero repite y a causa de esta repetición, da como válidas.

Si me niego a leer periódicos por el simple hecho de que tengan un color político u otro, me privo de exponerme a diferentes perspectivas. Si siempre leo o escucho lo que quiero oír, estoy cerrándome a escuchar otro tipo de opiniones con las que podría estar de acuerdo o no. Para ser capaz de opinar con argumentos sólidos debo abrir todos los canales de comunicación que formen mis teorías.

Tampoco por pertenecer a un grupo debo estar de acuerdo con todas y cada una de las ideas de ese grupo.

Es necesario defender que cada ser humano es dueño de sí mismo y que, en consecuencia, tiene total soberanía sobre su cuerpo y su pensamiento. Desde el momento en que nos negamos a ver otro tipo de perspectivas estamos dejando que merme nuestra percepción de la realidad y que disminuya nuestra flexibilidad mental. Estamos siendo adoctrinados.

Hoy en día se afirma que vivimos en una democracia, pero cada día que pasa me asaltan más dudas sobre si ésta forma parte de una falacia repetida hasta la saciedad. Cada día veo a una sociedad más sometida por la presión social y a la que se le impide expresarse en libertad, como si de un acuerdo tácito se tratase.

Esta presión social provoca el miedo a quedarse sin empleo,  sentirse excluido o rechazado y hace que la gente actúe de una determinada manera.

Estamos ante lo que hemos denominado “lo políticamente correcto”. Si vives en una sociedad que cada vez canaliza más sus fuerzas hacia este sometimiento es muy difícil que el individuo se rebele contra la presión de los diversos grupos. Por este motivo, pocas personas logran resistirse y otras, llevan ya tantos años bajo este tipo de influencias que ni se dan cuenta de que no desarrollan pensamientos propios sino que repiten de forma automática lo que su “secta”, “grupo”, “color” o “partido” les ha dictado durante generaciones.

Y no nos engañemos, todos estos grupos de presión que llevan dirigiendo a la mayoría durante años, tienen siempre una intención.

Cada día asistimos a una representación teatral, cada día estamos más desilusionados y somos más conformistas. Disentir siempre ha sido tarea ardua.

Y sin embargo, yo sigo creyendo en la gente y cuando empiezo a perder la fe en el libre pensamiento y en la libertad individual, recuerdo grandes tragedias, como la del choque de ese tren en Angrois, Galicia, en la que nadie preguntaba el color de nadie o a qué grupo pertenecía, simplemente ayudaban unidos por una causa común.

Así tendría que ser, en lugar seguir permitiendo que se genere odio y que se enfrente a la gente. Y este odio tiene como única finalidad que, siempre los mismos, sigan pasándose el testigo a través de los años. Y por ende, que no tengan la mínima intención de trabajar por el bien común.

Creo que ya les hemos regalado suficientes años.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Las promesas de un nuevo día

02 lunes Jun 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

1163916ea51f78dfb018435309288dff

La mañana es el nuevo comienzo que anuncia lo posible del día.

Las horas en las que ese silencio deja paso a lo que aún no es, pero puede llegar a ser.

Esa sensación al tomar el primer café en tu balcón abandonándote a los primeros rayos de Junio.

Y sentir sin pudor cómo acarician tu cara de nuevo.

Cerrar los ojos a los planes para dejar que el día te lleve.

Desnuda ante los acontecimientos que esperan escondidos en todas las esquinas, silenciosos, con una lentitud casi imperceptible.

El olor del pan recién hecho.

Una llamada inesperada que pone del revés tu día.

Un beso inesperado.

El regalo de ese libro que no esperabas ese día, en el que cada una de sus páginas espera a ser interpretada por ti y sólo por ti.

El anuncio de todas esas cosas que no sabías que ibas a descubrir ese día, pero que ya los rayos del sol de la mañana te anuncian.

Deja que esos rayos de la mañana inunden tus pensamientos, cierra los ojos y respira la promesa de esos instantes, es lo que tienes.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Cartas sin respuesta

30 viernes May 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 2 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

15ef593a6fc6da590349403872a3128d

¿Quién no ha mandado alguna vez un correo que nunca ha sido contestado?

¿Quién no ha dudado de que lo que había escrito no ha existido en realidad, precisamente por esa falta de respuesta?

¿Quién no se ha preguntado cómo es la nada en la que viven tus palabras no contestadas, quizá nunca escritas o no enviadas?

La monotonía nos traga, igual que los pasillos de una oficina.

A veces hasta tal punto desaparecemos, que nos diluimos en la nada de una absurda vida y nos parece que hemos dejado de existir.

Cada carta no contestada, sólo confirma lo que sospechamos, que no existimos.

Pues si lo hiciéramos, habría alguien al otro lado para responder a nuestras cartas.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Las gafas de Google

16 viernes May 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

crítica, pensamientos, Reflexiones

google_logo

Hay gente que siempre lleva puestas las gafas de Google.

No me refiero a un momento o un par de horas al día, simplemente no entienden sus vidas sin ellas.

Vida, es lo que piensan que tienen cuando se trasladan del trabajo, al supermercado y luego se ponen las gafas de Google para no sacárselas hasta que sus ojos enrojecidos les suplican dormir.

Triste, pero es un fenómeno en masa.

Y la huida de la realidad también lo es.

Es como una invasión de zombis. De hecho, su aspecto y forma de moverse, después de tantas horas frente al ordenador, se asemeja mucho.

Hoy, en el supermercado, he estado observando a la gente y era fácil adivinar los que se acababan de sacar las gafas de Google.

Todos se habían puesto cualquier cosa a toda prisa para bajar de sus respectivos rediles, medio a escondidas, intentando mirar sólo hacia el suelo para evitar tener contacto visual con algún vecino que les obligase a mantener alguna charla molesta con la consiguiente pérdida de tiempo.

Lo único que necesitaban era llenar su nevera con las provisiones suficientes para su próxima sesión con su único amigo: Google.

Por el contrario, su amigo Google, no les exige nada, ni que se duchen, ni que se vistan, ni que hagan ejercicio, ni que hablen, ni que se muevan, pero los provee de todo… o eso creen.

A mí me dan miedo porque han perdido su capacidad de pensar, aunque ellos suelen pensar todo lo contrario.

Es más, se creen verdaderos expertos en diversas materias, lo que les lleva a desarrollar cierto desprecio hacia el prójimo, que desconoce la extrema sabiduría que les han proporcionado sus extensas investigaciones de días, semanas, meses y años en Google.

En medio de estas búsquedas-disculpa, se han abierto, como por arte de magia, otro tipo de páginas que nada tenían que ver con el tema que les ocupaba. Estas otras webs han captado su atención al punto de haberse enganchado a otros temas, unos interesantes, otros banales y, los más, burdos.

Sin embargo, como si de una posesión imposible de frenar se tratase, sólo pueden deshacerse de sus gafas de Google para ir al trabajo de mala gana y regresar, lo antes posible, a la soledad de sus pisos. Allí se sienten seguros y protegidos, pudiendo hundirse en su mundo virtual que ha pasado a ser su única realidad.

Sus ojos, desprovistos de ilusión, no utilizan Internet sino que han dejado que Internet los controle.

Vidas atrapadas que ya no tienen más finalidad que fisgar horas y horas por las entrañas más recónditas de Google.

Sin embargo, un día se despiertan, reaccionan y se dan cuenta de que les han pasado demasiados años por encima.

Ven que se están perdiendo el mundo real, que su vida se les escurre entre los dedos y que ya nos les queda tanto tiempo como pensaban.

Se miran al espejo y ven los destrozos que ha causado en sus caras y en sus cuerpos la triste mecánica de sus vidas dependientes de Google.

Ahí es cuando la furia se vuelve determinación y deciden tomar el control.

A partir de mañana abandonarán Internet para ocuparse de su vida real.

Pero esta noche no, porque deben consultarle a su amigo Google cómo resolver su adicción. Seguro que hay alguna página que lo explica.

Vuelven a ponerse las gafas, pero sólo por esta noche.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

No sin ti

15 jueves May 2014

Posted by Livia de Andrés in Ensayos, Vida

≈ 2 comentarios

Etiquetas

Galicia, pensamientos, recuerdos, vida

ea071779cf9e9cd8e7dcca581c4154cf

Mi amor por ti se remonta a tiempos que no puedo recordar.

Siempre has estado ahí.

En mi memoria, los momentos más felices, siempre estabas tú de fondo con tus olas acariciando una y otra vez la arena.

Cuando vivía en el extranjero no podía esperar a que llegase el verano para venir a verte.

Te echaba tanto de menos…

Me gustan los veranos de verdad, los míos.

Ésos en los que me dejo llevar por la vida.

Mis cálidos días de descanso, en los que cada mañana, cuando me despierto, es un día distinto.

Días en los que sé que la vida me regala horas junto a ti.

Mi mar, mi agua azul verdosa, trasparente y suave. Tú que guardas en tu silencio mis secretos.

Esos días se van a repetir dentro de poco.

No me gustan los veranos que le gustan a la gente, pero adoro mis veranos.

Ningún verano es igual a otro, por lo menos para mí.

Cada verano está repleto de nuevos sentimientos que descubrir.

Cada cala solitaria, cada forma nueva con la que has moldeado las rocas de las playas, después de tus voraces tormentas de invierno, cada pueblo que no he visto, cada lugar que ya conozco y ha cambiado, es un lugar que me regalas.

Todos mis veranos sigo la misma norma, hacer lo que deseo hacer, pero nunca sin ti.

Me encantan los días de sol en los que no necesito más que un vestido, mi bikini y unas sandalias para ir a verte.

Me encanta cuando la niebla que a veces esparces, me permita leer, escribir y desayunar despacio mientras tú me acompañas, paciente, con tu color azul de fondo y me esperas.

Me encanta tener el pelo mojado al final del día de tanto nadar en ti.

Sentir el cansancio en mi cuerpo por haber estado juntos tantas horas.

Siempre te tengo a ti.

No concibo un verano sin tu olor, tu furia o tu calma.

Estoy enamorada de ti desde que nací.

Me he hundido entre tus aguas y he navegado por encima de ellas.

Me has arrastrado por la arena hasta hacerme arañazos en la piel.

Más tarde, me has alzado dulcemente en una de las crestas que se forman en tus olas y me has depositado en la playa de nuevo.

Estamos hechos el uno para el otro porque somos iguales.

Unas veces, dulces y pacíficos, cuando queremos embrujar.

Otras, dejamos crecer tormentas en nuestro interior, hasta hacerlas estallar en un mar de espuma blanca, que engaña por su belleza.

Somos generosos y, al tiempo ruines, cuando nos enfurecen.

Tenemos días azules de una belleza diáfana, pero otros días somos grises e imposibles de entender.

Espero ansiosa a que vuelvas a tenerme entre tus brazos durante horas, mi mar, mi amor.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Deja que llueva sobre mí

11 domingo May 2014

Posted by Livia de Andrés in Ensayos

≈ Deja un comentario

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

3322d22d264e0e097684a4053cf9d430

Hay días en los que el cielo llora.

Mientras la luz del sol nos impide ver.

El sol es dorado.

Y nos atrae.

Por eso pintamos sin descanso nuestra vida de colores brillantes.

Intentando crear un cuadro lo más bello posible.

Un cuadro irreal.

Fácil.

Despojado de todo lo que nos hace sufrir.

Y compramos los colores más dorados y brillantes que encontramos en nuestro afán por protegernos de la imperfecta realidad.

Un día el cielo se torna gris.

Después negro.

Una lluvia intensa e incesante cae del cielo.

Su olor nos recuerda que el color dorado no es el único que tiñe el cuadro que deseamos pintar.

Tenemos pavor a que la lluvia no cese nunca.

A que las nubes no dejen de llorar.

A que nuestra vida se vea salpicada por ese tono gris.

Nos equivocamos.

La lluvia es catarsis y su función es limpiar.

Ella hará que podamos volver a ver sin la luz cegadora del sol.

Sus gotas, con su suave sonido, nos hablan mientras caen.

De modo inconsciente, llenas tus pulmones con su olor que impregna la tierra.

Y en ese instante, te das cuenta de cuánto necesitabas ese descanso.

Había demasiada luz falsa en tu vida.

Entonces, la presión del sol desaparece.

Una extraña sensación de relax olvidada nos hace sonreír al mirar al cielo.

Con las diminutas gotas de lluvia, cayendo desde lo alto, podemos volver a ver lo que la brillante luz del sol nos impedía ver.

La lluvia.

Su olor.

Su pureza.

Un nuevo comienzo.

La oportunidad de borrar manchas y pintar una vida no tan brillante, pero la nuestra, con pintura de verdad.

Deja que llueva sobre mí.

 

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Hace frío

23 miércoles Abr 2014

Posted by Livia de Andrés in Reflexiones

≈ 2 comentarios

Etiquetas

pensamientos, Reflexiones

cbeba9957d855e8ab2a4dfe90a166239 Hoy hace frío.

No me pasa, aunque llevo puesto el jersey de lana más gordo y amplio que tengo.

Me siento al lado de la ventana y pongo mis piernas dentro del jersey intentando crear una bolsa de aire cálido que me caliente el cuerpo.

Observo a la gente que pasa por debajo de mi ventana.

Ahora tengo aún más frío.

Es un frío extraño.

Me preparo un café caliente.

Vuelvo a mi posición fetal. Esta vez acurrucada en el sofá con la taza de café entre mis manos.

Cierro los ojos y acerco la nariz al vapor que sale de aquel líquido oscuro que huele tan bien.

Después de dos sorbos, vuelvo a abrir los ojos.

De las mangas de mi jersey, sólo salen mis dedos. Hago un esfuerzo e intento palparme las piernas y la cara.

La temperatura de mi piel es cálida.

Sin embargo, el frío no me abandona.

Siento como si un trozo de hielo me recorriese el cuerpo sin olvidar ningún rincón.

Mi móvil abandonado en una esquina de la mesa de madera que tengo delante de mí, comienza a sonar furiosamente, con urgencia.

Es un sonido molesto que interrumpe mi silencio.

No voy a sacar mis manos de debajo del jersey, ni abandonaré mi taza de café.

No voy a moverme.

No quiero contestar.

Tengo frío.

Es un frío interno, una corriente helada que me recorre por entero el cuerpo, que se mete hasta los rincones más recónditos de mí.

Sitios que había olvidado.

No importa lo que haga, yo sé que no va a irse.

Hacía años que no sentía este frío.

Hacía años que no sentía tanto frío.

No siento nada.

Por eso tengo frío.

Share this:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...
← Entradas anteriores
Entradas recientes →

Entradas recientes

  • Olor a nieve
  • Puedo prometer y prometo
  • El tamaño importa
  • El datáfono
  • Un tranquilo paseo
  • Sólo puede quedar uno
  • La manipulación de las masas
  • Feliz Navidad y Año Nuevo
  • «Amigos compatriotas…»
  • ¡Pensad, pensad, malditos!

Archivos

  • diciembre 2022
  • agosto 2022
  • mayo 2022
  • febrero 2022
  • diciembre 2021
  • octubre 2021
  • julio 2020
  • junio 2020
  • mayo 2020
  • abril 2020
  • octubre 2018
  • julio 2018
  • junio 2018
  • febrero 2018
  • enero 2018
  • diciembre 2017
  • septiembre 2017
  • julio 2017
  • junio 2017
  • marzo 2017
  • febrero 2017
  • enero 2017
  • diciembre 2016
  • noviembre 2016
  • septiembre 2016
  • agosto 2016
  • julio 2016
  • junio 2016
  • mayo 2016
  • abril 2016
  • marzo 2016
  • febrero 2016
  • septiembre 2015
  • agosto 2015
  • julio 2015
  • junio 2015
  • mayo 2015
  • abril 2015
  • marzo 2015
  • febrero 2015
  • enero 2015
  • diciembre 2014
  • noviembre 2014
  • septiembre 2014
  • agosto 2014
  • julio 2014
  • junio 2014
  • mayo 2014
  • abril 2014
  • marzo 2014
  • febrero 2014
  • enero 2014
  • diciembre 2013
  • noviembre 2013
  • octubre 2013
  • septiembre 2013
  • agosto 2013
  • julio 2013
  • junio 2013

Categorías

  • crítica
  • Educación
  • Ensayos
  • Fotografía
  • Humor
  • Idiomas
  • Literatura
  • poesía
  • Política
  • Reflexiones
  • relatos
  • Sin categoría
  • Traducción
  • Uncategorized
  • Vida

Alemania Berlín blog Bruselas Budapest Cine crítica Debería economía educación English escritores Estocolmo Estrasburgo Europa extranjero Fotografía Galicia Hannover hipocondría historias humor ideas Idiomas Literatura Londres Luxemburgo Munich música Oporto Parlamento Europeo París pensamientos Plymouth poesía Política recuerdos Reflexiones Reino Unido relatos Salamanca Suecia Suiza traducción Universidad USA vida Zúrich

Introduce tu dirección de correo electrónico para seguir este Blog y recibir las notificaciones de las nuevas publicaciones en tu buzón de correo electrónico.

  • RSS - Entradas
  • RSS - Comentarios
Follow Livia de Andrés on WordPress.com

Entradas y Páginas Populares

Sobre mí

Comentarios recientes

Gustavo Catalán en Puedo prometer y prometo
Livia de Andrés en Puedo prometer y prometo
Gustavo Catalán en Puedo prometer y prometo
Livia de Andrés en Un tranquilo paseo
Santiago Pérez Malvi… en Un tranquilo paseo
Livia de Andrés en Un tranquilo paseo
bustodelavega en Un tranquilo paseo
Livia de Andrés en Sólo puede quedar uno
sabiusblog en Sólo puede quedar uno
Livia de Andrés en Sólo puede quedar uno
Santiago Pérez Malvi… en Sólo puede quedar uno
Livia de Andrés en «Amigos compatriotas…»
Antonio Rodríguez Mi… en «Amigos compatriotas…»
Livia de Andrés en «Amigos compatriotas…»
. en «Amigos compatriotas…»

Comentarios recientes

Gustavo Catalán en Puedo prometer y prometo
Livia de Andrés en Puedo prometer y prometo
Gustavo Catalán en Puedo prometer y prometo
Livia de Andrés en Un tranquilo paseo
Santiago Pérez Malvi… en Un tranquilo paseo
Livia de Andrés en Un tranquilo paseo
bustodelavega en Un tranquilo paseo
Livia de Andrés en Sólo puede quedar uno
sabiusblog en Sólo puede quedar uno
Livia de Andrés en Sólo puede quedar uno
Santiago Pérez Malvi… en Sólo puede quedar uno
Livia de Andrés en «Amigos compatriotas…»
Antonio Rodríguez Mi… en «Amigos compatriotas…»
Livia de Andrés en «Amigos compatriotas…»
. en «Amigos compatriotas…»

Creative Commons Licence

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Blog de WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • Livia de Andrés
    • Únete a 49 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Livia de Andrés
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...
 

    A %d blogueros les gusta esto: