Etiquetas

1297101664E1yOEl

Hay gente que se aburre mucho y sienten curiosidad por las conversaciones ajenas. No se lo reprocho.

Se trata de ese tipo de personas que se pega a tu mesa aunque el local entero se encuentre totalmente vacío.

Suelen ser individuos de mirada perdida, que parecen estar absortos en asuntos de trascendencia. No es así, pues por mucho que miren al infinito y sus cuerpos inmóviles emulen a las estatuas, lo que en realidad hacen es escuchar conversaciones ajenas.

La verdad es que pocas veces me doy cuenta de este tipo de espionaje. Sin embargo, cuando lo descubro, me resulta imposible continuar conversando. Siento un pudor infinito al saber que alguien escucha lo que estoy diciendo, aunque esté hablando del asunto más frívolo de la tierra. Es privado, me incumbe a mí y la persona que me acompaña.

En principio procuro no darle importancia y me lo tomo a broma. Intento coger desprevenido al espía y suelto frases como: “Y ahora interrumpimos unos segundos la charla para acercarnos a ver las novedades del Corte Inglés que está trayendo unos colores fantásticos para esta primavera”. Con ello intento que se den por aludidos y a veces lo consigo, por lo menos se sorprenden.

Pueden darse dos tipos de reacciones: que el espía se ofenda y se vaya; o peor, que se muestre aún más interesado por si paso a hablar de otro tipo de oferta.

Estar en compañía de una persona y no poder hablar es un verdadero rollo, por lo que pruebo otras estratagemas. Invento una forma de conseguir que flaquee en su impertérrita postura y se delate.

¿Cómo? Una de las maneras más efectivas, para lograr que alguien te mire, es hablar sobre ella con descaro y de forma impertinente. Ya que no te escucha, tampoco puede reaccionar. Puedo, por tanto, hablar sin pudor sobre esa gente que se dedica a escuchar conversaciones ajenas; opinar sobre su corte de pelo, su ropa, lo que se me ocurra pero que moleste. Si tengo suerte, reacciona, me mira con espanto, yo sonrío, se levanta y se va. Asunto resuelto.

Y no sólo me molesta que me espíen cuando mantengo una conversación privada, hay otro tipo de situaciones que me sacan de quicio.

Algunas veces al entrar en una tienda, me acerco a una prenda o algo que me gusta y cometo el craso error de manifestarlo en voz alta. Aquí empiezan mis problemas. Si hay alguien cerca suele abalanzarse sobre mí para arrancarme lo que sea de las manos a codazos y hasta a dentelladas. Ocurre lo mismo con los grupos. En este caso, se forma un enjambre que intenta por todos los medios que suelte la prenda o el objeto en cuestión.

Siempre he pensado que sería una crack del marketing, pues lo que toco, se vende. Es igual en qué tipo de tienda me halle, alimentación, muebles, ropa, zapatos, si ven que estoy interesada, se vende.

Si este tipo de situaciones ocurren yendo acompañada por mi madre, la cosa empeora mucho. Ella suele tener por costumbre describir con infinito detalle y manera exhaustiva, los pros y los contras del artículo, con una precisión tal, que convence de su buen o mal uso a todo el que se encuentre cerca. La reacción del público es, en este caso, mucho más agresiva.

Después de años de observar este tipo de conductas a mi alrededor, pensaréis que estoy loca, he desarrollado una técnica de distracción que consiste en ir corriendo hacia el peor artículo que vea y, en el preciso momento en que observo que el grupo se dirige corriendo hacia mí con intención de arrebatármelo, ejecuto un rápido giro hacia la prenda u objeto en el que realmente estoy interesada y con un raudo e imperceptible movimiento, me llevo el objeto deseado antes de que los demás tengan tiempo a reaccionar.

Sé que contado así parece una locura, pero me ocurre constantemente y en todas partes.

Es cierto que todos nosotros podemos escuchar casualmente conversaciones por la calle o en cafeterías. También es una reacción normal, que la gente se sienta atraída por las cosas que otros quieren. Según he oído, constituye una conocida estrategia de marketing decir frases como: “Ahora todo el mundo se está comprando…” Y va y lo compran. Sin embargo, para mí, cierto tipo de comportamientos se hallan fuera de toda lógica.

En fin, si algún gran empresario que quiera incrementar sus ventas o si algún programa de radio tiene problemas de audiencia, que se pongan en contacto conmigo y subirán como la espuma 🙂